domingo, 10 de febrero de 2013

Paul McCartney toca en el tranvía y ni le miran

La anécdota la cuenta Daily Mirror: Paul McCartney tocó hace unos días en un tranvía de Nueva Orleans, al que subió con una guitarra para cantar piezas como A hard day's night. Lo más divertido es que la gente no le hizo ni caso durante un buen rato, según el testimonio de un viajero que recoge el tabloide inglés The Daily Mirror (lee aquí la noticia original en inglés o la versión en español en Esmasmúsica). "Este tipo se montó en el tranvía y empezó a entonar canciones de los Beatles, como hacen muchos otros músicos en busca de dinero. Todo el mundo le ignoró durante un buen rato", relató Robert Senft, uno de los afortunados viajeros."Obviamente, llegó un momento en el que nos quedamos petrificados al descubrir su identidad. Nos pusimos a cantar y a tomarnos fotos con él. Fue una experiencia inolvidable que jamás se repetirá. Uno de los mejores días de mi vida", dijo al Mirror.
Paul se encontraba con su mujer Nancy en Nueva Orleans, ciudad musiquera donde las haya, para asistir a la Superbowl. El periódico londinense ilustra la noticia con una bonita galería de fotos de los Beatles de donde hemos sacado a ese Paul jovenzuelo en bicicleta.
Y tú, ¿qué harías si te encontraras a Paul McCartney cantando con su guitarra para ti y un puñado de viajeros más? No me digas que sacar el móvil para filmarlo. Aún así no te iban a creer.

La bronca de John a Paul: "¿De verdad crees que el arte debe tanto a los Beatles?"

“No me avergüenzo de los Beatles (fui yo quien lo empezó), excepto de la mierda que aceptamos para hacernos tan grandes. (…) ¿De verdad crees que la mayor parte del arte actual ha surgido debido a los Beatles? No creo que estés tan loco, Paul. Por supuesto que cambiamos el mundo, pero trata de llegar hasta el fondo”. Es una carta enviada por John Lennon a Paul y Linda McCartney en 1971, recién separados los Beatles, llenos de rencor todavía. A Linda, que le había pedido discreción sobre su separación, le dice: “Con tu mezquina y pequeña mente perversa, señora McCartney, tuviste el cuajo de pedirme que guardara silencio. Por supuesto, el aspecto del dinero es importante (para todos nosotros) sobre todo después de toda la mierda que vino de tu loca familia política”.
Es parte de la correspondencia de John que ha salido a la luz y que cuenta Jesús Ruiz Mantilla en El País. Queda claro en las cartas que John estaba dolido por el trato que sus compañeros habían dado a Yoko Ono, de quien ya hemos hablado recientemente y a la que nos negamos a presentar como la mala. Así la defiende John: “Espero que te des cuenta de toda la mierda que tú y el resto de mis amables y desinteresados amigos habéis lanzado contra Yoko y contra mí desde que estamos juntos. Puede que a veces hayáis sido un poco más sutiles o debería decir ‘clase media’, pero no muchas”.
Era en esta etapa llena de ira cuando compuso este God en el que decía que no creía en nada, destruye unos cuantos mitos de su generación y de todos los tiempos para concluir: "No creo en los Beatles. Solo creo en mí, solo en Yoko y yo".



Escribe Mantilla: "Como Mozart, John Lennon era bastante pícaro, además de escatológico. Y, por supuesto, al igual que el niño prodigio de Salzburgo, un genio… Así se deduce de sus cartas. Si algo hacía compulsivamente John Lennon era escribir. Desde niño tomó ese hábito en gran medida impuesto por su tía Mimi, que en realidad fue su madre y su padre. Lo educó, y quiso convertir a John en un chico serio y en un caballerete agradecido.
Gracias a que mantuvo la costumbre, hoy podemos conocer grandes rasgos de su carácter y detalles de su atribulada biografía —desde las gracias que le daba a sus tías por los regalos de Navidad a las más que agresivas pullas que dirigió a Paul y Linda McCartney tras la separación de The Beatles— por medio de las epístolas, postales y notas que envió a sus íntimos. Su amigo el escritor Hunter Davies las ha reunido por primera vez en Las cartas de John Lennon (Libros Cúpula). Davies pasó muchas horas al lado de John Lennon. Gozaba de su confianza...".
(Lee aquí el artículo completo de Ruiz Mantilla en El País)