Seguimos descubriendo nuevas bandas, nuevos sonidos. Nos cuenta Jot Down que se lleva el pop psicodélico, en un reportaje llamado Los nietos de los Beatles, de lo que nosotros venimos hablando un tiempo, al menos desde que irrumpió Tame Impala. Ahora nos hemos encontrado con Foxygen, un grupo que hace un batido de influencias de los últimos sesenta. Así que a veces suena muy Beatle, a veces muy Stones, a veces Doors o a los Pink Floyd de Syd Barret. Sonidos a veces lisérgicos, pero estribillos muy tarareables, con la inocencia del pop de aquellos años dorados a pesar de todos los vicios. Solo algún guiño al reagge suena posterior a 1970, y no tanto.
Sus referencias no son nada disimuladas, lo que a veces los coloca en la fina línea entre las influencias y la imitación, entre el homenaje y el plagio. En medio de melodías muy brillantes, a ratos uno cree estar escuchando Under my thumb, Simpathy for the devil, Killing me softly with this song, Suspicious mind o Ryders on the storm. Dicho esto, su tributo es sincero, y se esmeran en crear un sonido de los que llenan, absorbente y evocador, logradas atmósferas mágicas con esos teclados, y algunos coros emocionantes y falsetes muy glam. Que alguna de las piezas valiera como banda sonora de alguna película de suecas en España o para la sala de espera de un destista de la época no le quita valor: así éramos.
El carismático líder de la banda es Sam France, un veinteañero que se ha estudiado a fondo la obra de sus mayores. Su single más conocido, de 2013, es este No destruction. Yo lo oigo como si los primeros Stones y Dylan hubieran participado en Rubber soul.
De Foxygen no hay tanta obra publicada, apenas un LP y un EP, y en Wikipedia ocupan pocas líneas
en inglés, lo que hoy en día dice mucho de la movilización de tus
aficionados. Son una banda de Agoura Hills, entre Los Ángeles y Ventura,
al sur de California. Sin embargo, estos angelinos cantan mucho a San
Francisco, que era y es la capital hippy de la costa Oeste (y quizás del
planeta).
Mirando a la ciudad vecina, Foxygen muestra su cara más amable, la menos canalla. En esta canción
glamourosa y un poco rosa Sam dice: "I lost my love in San Francisco, that’s OK, I was born in L.A.”.
¿Os suena bien? A nosotros muy bien, pero hay más. Hemos dicho que el cantante es un tipo con carisma, que se lo cree, que hace mil escenitas sobre las tablas para entusiasmar a su público. Pero además se están dando a conocer con sus conciertos callejeros, que llaman "show para llevar", como la comida de los take away. A falta de concierto en la azotea, concierto caminando.
Os vamos a poner un ejemplo: este tema On Blue Montain es uno de los más brillantes de su corta carrera, una operita que pasa por pasajes deliciosos, y que aquí se interpreta de forma muy distinta: moviéndose por las calles de París. Aquí en algunos momentos suena un poco Elvis.
Si queréis saber más sobre el primer LP de esta banda, We are the 21st Century ambassadors of peace magic, qué nombre más psicodélico, os recomendamos este artítulo con los delirantes comentarios, canción por canción, de los críticos de Hipersónica. Algunos rendidos, otros menos amables. "Una buena botella de whisky y una caja de habanos no le venia mal al cantante", es de lo más suave que se dice. Pero también: "Te deja todo loco y quieres más".
En el blog Acabando con la cultura se dice: "Ha sido el productor Richard Swift quien les ha llevado de la mano al
estrellato. Sus canciones nos devuelven al verano del amor de la costa
oeste americana, cuando los collares de colores, las flores y la
psicodelia, y sin que nadie se ofenda es evidente como Sam France nos
recuerda a Jim Morrison, no sólo físicamente sino en actitud".
Así que terminamos presentando a Sam en su momento Morrison. No hace falta decir que esta canción remite a los Doors, la banda angelina (de Venice Beach en concreto) con otro carismático líder y un fondo mágico de teclados.
Aplaudimos la irrupción de Foxygen, porque hacen una mirada muy interesante al periodo más importante de la música moderna, la segunda mitad de los 60, los años que habríamos querido vivir, cuando se pensaba que una canción podía cambiar el mundo.Ya sabéis que en este blog añoramos esa inocencia. Gracias, amigos californianos, por devolvernos a ese tiempo.
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