
"Antes de Elvis no había nada", dijo John Lennon, y quizás esa expresión era un poco injusta para los pioneros del rock and roll y del blues, como Chuck Berry o Muddy Waters. Pero mirando con perspectiva su impacto en la cultura de masas no queda duda: no hubo un fenómeno del rock antes que Elvis; todos los que ha habido después le deben algo. Y seguramente solo ha habido un fenómeno del rock de esa envergadura, el de los Beatles, con los que tuvo una relación primero de desconfianza y luego de odio abierto pese a la admiración que inicialmente le tenían los de Liverpool (aquí se cuenta su frío encuentro en 1965).
Breve aclaración: no cabe comparar ambos fenómenos. Elvis no era autor, sino un intérprete, el intérprete más impresionante que ha dado la música popular. Por eso no deja una discografía a la altura inalcanzable de los Fab Four, pero es que apenas componía. De ahí que llenara tantos vinilos de directos: tenía un directo brutal, era un animal del escenario, exactamente lo que no fueron los Beatles, mucho más cómodos en el estudio y que se apartaron de los conciertos a mitad de su carrera. El torrente de voz de Elvis apenas admite comparación con nadie; si insisten, con Sinatra. Al césar lo que es del césar.
No vamos a enrollarnos demasiado porque ya han escrito sobre la trascendencia de su figura los que más saben, y lo recogeremos más abajo. Pero antes vamos a repasar su carrera a fogonazos, con ocho vídeos (y sus píldoras) que corresponden a ocho momentos clave. Allá vamos.