El rock sureño no ha muerto. En los años 70 esa corriente se asoció a un nombre difícil de pronunciar: los Lynyrd Skynyrd. En 1973, estos tipos de Alabama (Sweet Home, sí) irrumpieron con un grandioso disco llamado (Pronounced 'lĕh-'nérd 'skin-'nérd), así entre paréntesis. Tenían toda la energía del buen rock surgido de la década prodigiosa, hijo del blues pero con ese toque rural, o podíamos decir vaquero, que enlaza con el country. Guitarras rabiosas, riffs pegadizos y mucho slide. El Woodstock del golfo de México. Sudor pegajoso, punteos para más de una guitarra, banderas confederadas (entonces no se consideraba un emblema racista). Combinaciones inteligentes de ritmos bailables o atronadores y tiempos medios de aire idílico, a menudo en la misma canción. Los Lynyrd hicieron obras tan gradiosas como este Free Bird que duraba nueve minutos (en el disco), o más de 13 en directo. Entonces se podía hacer eso, que no éramos tan impacientes. Así sonaban en 1977.
Un terrible accidente aéreo en octubre de ese 1977 acabó con tres de los miembros de la banda, el vocalista y fundador Ronnie Van Zant y los hermanos Gaines (guitarra y segunda voz). La banda, que apenas había sacado tres discos y estaba en la cumbre de popularidad en EE UU, quedó destruida, salvo algunas apariciones de los supervivientes en algún concierto homenaje. Diez años después, en 1987, la banda reapareció con muchas caras nuevas y sustituyendo a Van Zant por otro Van Zant, su hermano Johnny. No volvió a ser lo mismo, ni se aportó nada de especial valor a su obra previa. Aun hacen sus giras y permiten recordar lo que significaron los ausentes. Da igual: los Lynyrd habrían estado en cualquier caso grabados en mayúsculas en la historia del rock.
Contamos todo esto porque hemos identificado a una banda del siglo XXI que parece heredera de aquellas señas de identidad. Son Blackberry Smoke, vienen de Atlanta (Georgia), han sido teloneros de los Skynyrd resucitados y de ZZ Top. Y pudimos comprobar sus cualidades en el concierto del pasado 7 de marzo en La Riviera, sala con solera a la orilla del río Manzanares en Madrid. Era la primera de sus noches en suelo europeo, antes de pasar por Barcelona, Alemania, Suiza, Suecia...
El rock sureño, constatamos, está vivo y coleando. Y aunque algunas camisetas rezaban el lema Too Rock for Country, too Country for Rock, lo cierto es que el concierto no sonó demasiado country para llamarse rock. Fue una gran descarga de rock ejecutado brillantemente por una banda que se asienta, que está en un momento dulce. Llevan cinco discos de estudio, todos muy cuidados, desde 2004. Nos los escuchamos en atracón para prepararnos para el concierto. Pero, primera sorpresa, su directo es mucho más cañero que sus enlatados.
El rock sureño, constatamos, está vivo y coleando. Y aunque algunas camisetas rezaban el lema Too Rock for Country, too Country for Rock, lo cierto es que el concierto no sonó demasiado country para llamarse rock. Fue una gran descarga de rock ejecutado brillantemente por una banda que se asienta, que está en un momento dulce. Llevan cinco discos de estudio, todos muy cuidados, desde 2004. Nos los escuchamos en atracón para prepararnos para el concierto. Pero, primera sorpresa, su directo es mucho más cañero que sus enlatados.
Aquí os dejamos un vídeo de uno de sus temas más celebrados, Restless, y seguimos leyendo después (para eso pone "sigue leyendo"). No es demasiado country, si acaso es un gran blues-rock. En busca de calidad de sonido e imagen, renuncio a grabaciones caseras de La Riviera piratillas y que irán desapareciendo de Youtube y en su lugar aprovecho directos recientes en EE UU en buen formato de los temas que escuchamos esa noche preprimaveral. Que sí, que sigas leyendo.
Contábamos que la actuación nos sonó afortunadamente muy rocanrolera. No lo decimos con alivio, que nos encanta también el country, sino porque había ganas de fiesta en La Riviera, que no llegó a llenarse porque demasiada gente no se entera de lo bueno que pasa por ahí. En todo caso este grupo va a más: anteriores visitas a Madrid pasaron por salas más pequeñas. De entrada, guitarreo. Fire in the hole y este Six Ways to Sunday un tanto stoniano que hace que muevas los pies.
Entre las primeras de la noche ya cayó un clásico de su repetorio: Good one comin' on. Que sí nos remite y mucho a los Lynyrds, y que huele a viajes por carreteras polvorientas en un Mustang cargado con cerveza Shiner y cigarrillos Lucky Strike, que todas estas marcas se citan. Y un tema en el que Charlie Starr (no os habíamos dicho aún el nombre del líder de esta banda, no tan joven como parece, 43 años tiene el mozo) se anima por primera vez con el slide.
Continuó la cosa con algunos rocanrol de libro: uno se llama precisamente Rock and Roll Again y el otro, de su nuevo disco, es Let It Burn (escúchalo aquí, solo audio). La gente estaba animada aunque no acertó a cantar bien las letras cuando la banda parecía pedirlo. Daba igual, era una fiesta. Lo demuestra una de las pocas fotos oficiales del evento, cogida de su web.
Reflexionaba yo ante los músicos en que el rock sureño de hoy se diferencia del de los Skynyrds en que ahora, como establecen las reglas del indie, no se llevan nada los punteos largos, Starr es un habilidoso guitarrista, que en sus discos no se explaya más de la cuenta: la mayoría de sus solos dejan con ganas de más, porque no pasan de 20 segundos. En directo, sin embargo, sorpresa sorpresa, se gusta a sí mismo y en algún caso la mayor parte de los temas fue instrumental.
Así que ¿queríais punteos virgueros como los de los años setenta? No ya como los Skynyrd, En algún momento nos recuerdan pasajes del rock sinfónico de los Deep Purple o a los mismísmos Pink Floyd. Aquí va una pieza con largos pasajes de guitarras y teclados sin cesión alguna a las modas efímeras. Se llama Sleeping dog
Así que ¿queríais punteos virgueros como los de los años setenta? No ya como los Skynyrd, En algún momento nos recuerdan pasajes del rock sinfónico de los Deep Purple o a los mismísmos Pink Floyd. Aquí va una pieza con largos pasajes de guitarras y teclados sin cesión alguna a las modas efímeras. Se llama Sleeping dog
Primer homenaje: cerca del final de este tema escuchamos un fragmento del Black Dog de los Led Zeppelin, otra de sus influencias. Va de perros la cosa. Detrás vinieron canciones, estás sí, más acústicas, rurales y sureñas. Country del bueno, del de verdad. Como este Ain't Got The Blues que pone los pelos de punta. Momentazo.
Y, penúltima antes de los bises, la canción más bonita que ha compuesto esta banda, y que temíamos no escuchar porque no estaba en el repertorio de su gira americana previa a su desembarco europeo. Menos mal que sonó porque es maravillosa. Se llama One Horse Town. Y habla de esa América rural donde nunca pasa nada y no controlas tu vida porque harás lo mismo que tus padres, o abuelos, hicieron antes que tú.
"In the tiny town where I come from
You grew up doing what your daddy done
And you don't ask questions you do it just because
You don't climb too high or dream too much..." (aquí la letra)
¿Se está refiriendo Charlie a su pueblo natal, del que le apetecería escapar en el único caballo? Pues ser. En este reportaje se cuenta que el líder de los Blackberry Smoke es originario de Lannet, en el condado de Chambers, en Alabama, 8.000 habitantes nada más según Wikipedia, muy cerca del límite con Georgia (donde ha hecho carrera). Alabama, otra cosa en común con los Skyryrd.
Terminó el concierto regular con una muy rockera Leave a Scar (aquí el audio), antes de un par de bises. Uno fue Sunrise in Texas, que ya elegimos entre nuestras canciones favoritas del último año, con su precioso slide. La última de verdad fue este Ain't Much Left Of Me. Con sorpresita incluida, porque al final se marcó todo un reggae del mismísimo Bob Marley: Three Little Birds. Bueno, sorpresa no tanto, porque hemos encontrado un vídeo de otro concierto donde hicieron lo mismo. Les gustan este tipo de implantes eclécticos.
Nos fuimos tan felices, orgullosos de una gran noche de rock and roll, o rocanrol, que ya no sé cómo se escribe. Aquí os dejamos la lista de canciones (se dice set list) de la noche de los Blackberry Smoke en La Riviera. Y no nos podemos resistir a haceros escuchar una versión que no tocaron en Madrid, y que nos pone la piel de gallina. Es el clásico del folk Man of Constant Sorrow. Que muestra su desparpajo saltando del country al rock, y habla bien de sus dotes guitarreras.
Oído entre el público: ya que se marcaron dos versiones, de los Zeppelin y de Marley, habría sido glorioso escucharles algo de los Skynyrds. No lo hicieron, y eso que en EE UU los han versionado en muchísimas ocasiones, Así que terminaremos con otra canción que no tocaron pero nos habría encantado oír: Tuesday's Gone. De lo mejor de los de Alabama.
Nos encantó terminar de descubrir a una banda que merece mucha más atención de la que recibe. Aunque no acabe de convencer a la crítica; en El País Fernando Neira los considera demasiado arquetípicos aunque reconoce los "momentazos" y que tenía "argumentos sobrados para que la peña, melenuda o devastada, regresara con la sonrisa puesta".
Un respeto a los Smoke. Tras esta gran noche nos dio por pensar qué habría sido de los Skynyrds sin la muerte prematura de sus figuras más importantes. Sí, teníamos que terminar añorando nuestro hogar Alabama, Hogar aunque no lo hayas pisado, hogar de todos los amigos del rock sureño. Los Skynyrds han dejado huella. Tened cuidado en el avión, queridos Blackberry Smoke. El mundo os necesita. Para que no se apague la llama.
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