domingo, 18 de junio de 2017

La exhibición de Slash con Guns N’ Roses en el adiós del Calderón, templo del rock


Demasiadas emociones a la vez. Reencuentro con Guns N’ Roses con su formación (casi) clásica. Es decir, no la seudobanda impropia del mítico nombre que quiso formar a su alrededor Axl Rose con escaso éxito, y que solo pudo dar un álbum muy mediocre en 15 años, sino la formación legendaria que cuenta con uno de los mejores guitarristas de rock de todos los tiempos, un tipo con sombrero y largos pelos rizados llamado Saul Hudson y conocido como Slash (textualmente, "tajo" o "cuchillada", pero que se refería más bien a que era muy inquieto de niño, un viborilla). Ese grupo, decía, que cuenta con un cancionero grabado en nuestra memoria en los últimos años ochenta y primeros noventa; repertorio que ha envejecido, oiga, bastante bien.

Más motivos para la nostalgia: era nuestra despedida del Vicente Calderón, el gran templo del rock de estadio en Madrid, donde hemos vivido momentos muy emocionantes (Stones dos veces, McCartney, Dire Straits, Pink Floyd...). El Calderón acogerá un último concierto nada rockero (de Alejandro Sanz, el día 24) antes de ser demolido, algo que nos produce gran tristeza a nosotros, que no compartimos la pasión por los colores rojiblancos del equipo de fútbol local pero que siempre nos hemos sentido en casa allí, en esa casa del rock. Este aspecto tenía el recinto este 4 de junio de 2017 al atardecer, poco antes de empezar el concierto.


Queríamos habernos detenido en el primero de los teloneros, un jovencito llamado Tyler Bryant con su banda The Shakedown, pero las largas colas para el acceso, dada la alta seguridad imperante y comprendemos por qué, nos impidieron disfrutar de su blues-rock, así que le dedicaremos un post otro día. El segundo telonero, Mark Lanegan, no causó frío ni calor, pese a su correcto sonido, quizás porque tocaron en la penumbra mientras atardecía a su espalda y casi ni les veíamos (no tuvieron a bien activar para ellos las pantallas gigantes). Público no tan canoso como cabría esperar (más joven que el Rocktiembre, por ejemplo), camisetas negras por doquier. No habrá gustado a los atléticos que, justo antes de la actuación principal, por megafonía sonara el We Are the Champions de Queen. El público, sospechamos que en muy buena parte madridista, lo coreó con ganas 24 horas después de ver ganar a los suyos (que son los nuestros, sí) la 12ª Copa de Europa ante la Juve.


Ya hemos escrito que íbamos con respeto al Calderón, así que evitamos el recochineo. Quizás para compensar, a Axl Rose se le vio durante su actuación brevemente con una bufanda del Atleti (de la peña heavy metal Sons of Atleti, en concreto), único guiño a los locales, aunque sospechamos que los de California no estén demasiado puestos en fútbol español. Basta de anécdotas. Vamos con la música. Slash es un tipo que hace estas cosas. Descúbranse ante un genio.Aquí versiona, muy a su manera, la banda sonora de El Padrino.



¿Es que el concierto fue solo Slash? Bueno, no queremos despreciar a una banda que al fin y al cabo demostró ser bastante solvente. De la formación clásica solo había tres: el cantante Axl Rose (su aspecto se ha deteriorado estos años, está entrado en kilos, pero todavía saca partido a una voz muy personal), el citado héroe de la guitarra Slash y el bajista Duff McKagan. Faltaban, entonces, el segundo guitarrista y compositor Izzy Stradlin y el batería Steven Adler. Decir esto enfada a los fans de Stradlin, que son legión, pero a la hora del directo no se acusaron esas bajas. El tercero de los Roses tenía mucho más peso en la creación y el estudio que en el estadio. El morbo estaba en que volvieran a juntarse Slash y Rose, las banderas más notorias de este tinglado. Y dio la impresión de que Rose, que ya no está para muchas carreras, aceptó quedarse en un segundo plano y dejar los focos a Slash. Sigue leyendo y te contamos más.

Esta gira se llama Not in This Lifetime porque con esas palabras Rose descartaba por completo que se volvieran a reunir en 2012. A finales de 2015 saltó la sorpresa: la banda reincorporaba a Slash y Rose por primera vez desde 1993. Los por qués del reencuentro se cuentan aquí: "En los últimos ochenta y primeros noventa, Guns N’ Roses tenía más audiencia que prestigio. La banda llenaba estadios en todo el mundo y vendía cifras de discos (el mejor el de su debut: Appetite For Destruction, 1987) que hoy resultan impensables. Pero gran parte de la crítica los consideraba demasiado comerciales, palabra muy despectiva en el circuito rockero de entonces. Su éxito en las radiofórmulas no les granjeó el cariño de los puristas. El tiempo, sin embargo, ha revalorizado la marca. Resulta que en las radiofórmulas nostálgicas que dominan el dial siguen sonando tanto o más dos décadas después de la ruptura de la formación original en 1994. Notas como las de Sweet Child o’Mine son tan familiares al oyente de hoy que al de entonces". (Lee el artículo completo en El País).

La reaparición del auténtico Guns'N Roses se anunció para el festival de Coachella, el 16 de abril de 2016. Al final se adelantaron algunos días: el 1 de abril daban un concierto sorpresa en un local de Los Ángeles llamado Troubadour. Así sonó ese día el esperadísimo Sweet Child o'Mine. Días después empezaban la gira en Las Vegas, actuaban dos veces como se había anunciado en Coachella y luego fueron a México. Hicieron a continuación una extraña pausa, porque entre mayo y junio Axl Rose estuvo girando con AC/DC (cantaba sentado en silla de ruedas, con una pierna lesionada), en sustitución de Brian Johnson, una gira que pasó por Sevilla. A final de junio cada uno volvió a su sitio y empezó la gira Not in This Lifetime de verdad, y va a dar más de una vuelta al mundo hasta noviembre (solo les falta África, qué pena para el continente negro).


Vistos los antecedentes, volvamos al Calderón. Esta banda que en su historia ha tenido sonados despropósitos con su público (retrasos de horas, cancelaciones a última hora, escándalos...) fue en esta ocasión muy puntual, diría que impuntual por exceso: empezó su concierto unos 10 minutos antes de las 9.30, la hora anunciada. Aquí los amigos de Rock Dos Punto Cero se han currado un vídeo resumen (grabación casera y piratilla, no durará mucho en Youtube) del concierto que tiene valor documental. Luego os pondremos otros vídeos de esta misma gira pero de los buenos.



Como hoy a los gigantes del rock no les hace ninguna falta tener canciones nuevas para emprender una gira, el concierto se apoyó sobre todo en su álbum de debut y consagración: Appetite for Destruction, exactamente el que todos queríamos escuchar. Así que la primera canción fue It's So Easy, que fue su primer single en 1987, siguió Mr. Brownstone, del mismo álbum. Y, tras una concesión al disco de los G'nR de Rose que no eran auténticos (esa prescindible Chinese Democracy, cayeron dos más de ahí) llegó la primera bomba: Welcome to the Jungle. Con ese riff glorioso y ese ta-ta-ta-ta.



En realidad Appetite for Destruction sonó casi entero: ocho de doce temas. Aclaremos, que seguro que algún fan nos corregirá: hay un disco anterior de Guns'N Roses, antes de que se incorporara Slash, pero es un EP un poco amateur llamado Live ?*! Like a Suicide que incluía dos temas propios y dos versiones (material luego recuperado en G N' R Lies).
El otro álbum emblemático de la banda (cierto: no tiene tantos) es Use Your Illusion, que en realidad son dos: de ahí salieron siete temas del concierto. Entre las más celebradas ese baladón que es November Rain. 


Es la hora de contar que Guns N' Roses son una magnífica banda de versiones, lo que revela que son grandes profesionales. Y saben bien que versionar no consiste en replicar cómo sonaba la canción original, sino hacerla suya y modificarla a su estilo. Hubo nada menos que siete versiones en este concierto. El más esperado era, cómo no, ese Knocking on Heaven's Door que figura entre lo mejor de la banda, mejora en mucho la auténtica, y lo decimos desde la admiración a Dylan. Esa deliciosa guitarra de Slash, alargando las notas lo que le da la gana, ese estadio coreando el estribillo, ese toque reggae por el final... Para un manual del rock de estadio. Y aquí nos vais a permitir remitirnos a un vídeo de 1992, la banda en su mejor momento, en Tokio. Como les gusta empalmar versiones, la introducción remite a Only Women Bleed, de Alice Coopers.


Qué decir de la espectacular versión del Live and Let Die de Paul McCartney: ellos también echan fuego y le dan gran caña al quizás mejor tema de Macca en solitario. Y otro homenaje nos cogió más por sorpresa: Black Hole Sun, de Soundgarden, en recuerdo del recientemente fallecido Chris Cornell.
Hubo muchas más versiones, o fragmentos de ellas. Antes de tocar Sweet Child o'Mine, Slash se extendió en un solo rocanrolero (yo diría que inspirado en Johnny B. Goode de Chuck Berry), luego empalmó con Speak Softly Love (la canción de El Padrino) y de ahí pasó al bellísimo punteo de su canción más conocida. 
En otra interpretación emocionante, las dos guitarras hicieron una versión instrumental de Wish You Were Here de Pink Floyd. Y antes de November Rain oímos interpretar a Rose al piano la parte final del Layla de Eric Clapton, otro momentazo que nos puso los pelos de punta. Para recoger estos dos últimos temas he tenido que incrustar un vídeo de esos de calidad regular pero que suena bien.


El concierto regular acabó con caña: Nightrain, cómo no una de Appetite... Como ya había sonado Sweet Child o'Mine bastante antes (más pronto de lo que cabría esperar: fue el tema 18 de 27), en los bises disfrutamos de otro baladón: Don't Cry. 


Luego vino la última versión (The Seeker, de The Who), la  suave pieza acústica Patience y el final que todos esperábamos (dado que ya habían sonado los demás superclásicos): Paradise City. Y el confeti, y los fuegos, y el público dando botes. Todo terminó muy bien, como había empezado bien y había transcurrido bien.


Vamos cerrando. Aquí os dejamos la setlist completa. ¿Qué dijeron las críticas de la prensa? "Sobrios y correctos: Guns n' Roses se han convertido en unos profesionales del rock", concluía Belén Carreño en El Diario. Esta cronista debió quedarse un poco fría: no vio sorpresas "ni buenas ni malas". "Fue una actuación extremadamente correcta ausente de emoción", concluye. Discrepamos. Algo más entusiasta, Daniel Mesa en Mondo Sonoro escribe esto: "Por unas horas creímos volver al mismo sitio en julio del 93, cuando unos Guns N’ Roses todavía algo verdes visitaban por primera vez la capital, en tiempos en los que la música seguía siendo libre".
Javier Herrero, de Efe, se fija en la química ("la justa") entre Axl Rose y Slash. Y deja claro que destaca más el guitarrista: "Aparece con brillo propio Saul Hudons, Slash para los anales que lo señalan como uno de los mejores guitarristas, aún hoy, pues el tiempo no ha mermado sus facultades, con mano rauda y certera, coloreando lo que la voz del líder del grupo ya no puede pintar a sus 55 años. Por momentos se atisban ciertos intentos de complicidad entre ambos, acercamientos sobre las tablas que el público celebra, pero sin contacto real y sí alguna situación para el debate, como cuando Rose presenta a toda la banda y, al llegar el turno de introducir a su compañero, simplemente dice: "¡Y a la guitarra...!".
El País no hizo crónica del Calderón porque acababa de reseñar el concierto de Bilbao. Del que Yahvé de la Cavada sacó esta conclusión que compartimos: "¿Están viejos? Sí, pero no acabados. Y para ser esta una reunión evidentemente recaudatoria, la banda suena en directo con una credibilidad que no todas las viejas glorias resucitadas muestran habitualmente".
Terminaremos de responder a la pregunta que puede parecer obvia: ¿y para qué han vuelto los auténticos Guns' N Roses? Pues por dinero, vale, pero también porque nos debían una alegría a los fans que no pudimos verlos en su día. Y es que, desde su separación, Axl había sufrido más para sustituir a Slash (y para componer) que Slash para sustituir a Rose, aunque este disfrutara de la marca. Ahora, la guinda sería que después de esta gira "nadie vuelva a usar la marca Guns N’ Roses, que ha envejecido muy bien pese al mal uso que hizo de ella su último propietario".

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