Extraños tiempos estos en que hemos visto a los grandes héroes actuales del rock en pequeñas salas, como no hace tanto Noel Gallagher en la misma Riviera; o a Wilco en el Price. Los estadios, ya lo sabéis, han quedado para veteranos como Bruce o para las nuevas divas pop. En fin, así está la cosa del rock. Escuchemos algo de lo que hizo para ir abriendo boca. Esto es un animado country llamado Hotel Yorba. Las grabaciones de aquella noche son de aficionado, sí, pero merecen la pena.
Decíamos que White es la gran esperanza porque nos parece el mejor guitarrista de su generación, y de eso va esto del rock, de que rujan las guitarras. Empezaremos admitiendo que es un tipo peculiar, extravagante, con cosas de divo, que se sabe una estrella pero no siempre sigue lo que la gente espera de él. Su carrera ha sido muy atípica como lo está siendo estos años para el género. Con el nuevo siglo saltó a la fama en los circuitos alternativos con The White Stripes, un falso dúo de dos hermanos, en realidad un matrimonio en vía de divorcio, en la que su guitarra llevaba todo el peso (también el de un bajo ausente) y la batería se empleaba a fondo en las manos de Meg White, de quien él tomó el apellido (al revés de lo habitual en el mundo anglosajón). Él, no lo habíamos dicho, se llamaba John Anthony Gillis antes de convertirse en el señor White. En 2003 dieron el bombazo con el álbum Elephant y sobre todo con el tema Seven Nation Army, la mejor pieza del rock de la primera década del nuevo siglo, según Rolling Stone, y melodía coreada en los estadios deportivos de todo el mundo. No puedes seguir sin oírla. Sí, otra vez y las que haga falta. ¿Es esto indie, es esto garage? Es rock del mejor y punto.
Pero White es un tipo inquieto, y compaginó The White Stripes con muchos otros proyectos.
En 2005 formó una banda llamada The Raconteurs, un grupo de rock guitarrero con cierto aire setentero, en el que comparte las voces con Brendan Benson. Suenan muy bien, sí, y solo han hecho un par de álbumes que le vinieron bien a Jack para desfogarse lejos de su ex.
El tercer proyecto de Jack fue The Dead Weather, superbanda más inclinada al hard rock, donde cumplió el que se notaba que era uno de sus sueños: ser batería. Es curioso que el mejor guitarrista del momento (insistimos) brille con los palos, pero lo hace. Así que deja la voz para Alison Mosshart y la guitarra para Dean Fertita (Queens of the Stone Age), aunque a veces cambian de instrumentos. Suenan así de duritos y distorsionados.
En 2011, The White Stripes anuncia su separación "para preservar lo que es bello", como os contamos en este blog y era buena idea, porque la fama de ese dúo podía reprimir la creatividad de Jack. Pesaba también la difícil convivencia con su ex, lo que nunca reconoció (incluso jugaba al despiste, insistiendo de forma incoherente en que era su hermana). En este post se habla de las lágrimas de Meg mientras Jack toca White Moon al final del documental Under Great White Northern Lights. Y en esta entrevista en Mondosonoro, Jack dice que entonces llevaban cuatro años sin hablarse. “Si quieres que te sea sincero, Meg ni siquiera responde mis llamadas. No sé ni cómo se encuentra. Tampoco es que eso sea raro en ella, así que no estoy preocupado. Ella es así. La última vez que estuvimos juntos en un estudio fue en 2007, con Beck, grabando varias caras B para el single Conquest. De forma poco elegante, Jack dice: "No me imagino a Meg volviendo a tocar un instrumento. Y si no es por ella, es por mí". Veamos la canción que hizo saltar las lágrimas de Meg: "Luna blanca, luna blanca, abre la tumba de una viñeta desierta que dibujé" (aquí la letra entera en inglés y español). White responde a las lágrimas agarrándola del hombro con cariño moderado. Según White, debió ser de las últimas veces que hablaron. Si no era el adiós del grupo, parecía el fin de la pareja.
Decíamos que White es un tipo genial y extravagante. En este año 2012 sacó su primer álbum en solitario, un muy aclamado Blunderbuss. Ahí rompe con lo anterior: el disco suena suave, tranquilo, y White pasa más tiempo sentado al piano que en punteos desgarradores como los que nos regalaba antes. El single más sonado ha sido este Hip Eponymous Poor boy que oímos en el programa de Jool Holland. Tranquilo y relajante. Bonito
Si habéis visto este vídeo entero, habréis visto un peculiar cambio de bandas para interpretar ese blues ácido que es Ball & Biscuit, de su primera época con Mel. De nuevo el White camaleón, genial, rompedor. Porque está empeñado en cambiar de registros siempre que pueda. Por eso ahora White, tanto en su nuevo disco como en su gira, que es la primera que hace con su nombre y no como parte de una banda, va a todas partes con dos grupos. Uno de chicos y otro de chicas. The Peacocks es un grupo formado solo por mujeres cuyo sonido se encuadra en el country o el folk. The Buzzards, o Los Buzardos, son todos hombres, y se vuelcan en un rock energético, poderoso blues-rock en todo caso.
No quisiera parecer traidora a mi género, pero no puedo ocultar que me apetecía más escuchar a los machos, a los potentes Buzardos y así fue. De ellos destacaré a un batería, , de largos brazos y que impone sonora y visualmente.
Se anunciaba una noche impredecible, escribió Íñigo López Palacios en El País. “La gira será con ambas bandas. Hemos ensayado 40 o 50 temas. La idea es que nadie sepa cuál de las dos tocará cada noche. Me levantaré y en el desayuno decidiré si es una u otra, según mi estado de ánimo”, le dijo el propio White. “Lo que me daba miedo es que a la gente le gustara más una que otra, pero por lo que he visto, gustan las dos por igual, así que ya no existe ese peligro”, concluía.
A nosotros nos gustaron mucho los Buzardos, que arrancaron potentísimos como el propio White, al que se le olvida saludar hasta que pregunta: "Esto es Madrid, ¿correcto?". Bueno, tiene que ser dura la vida en las giras apretadísimas en estos tiempos en que los músicos ya no viven de los discos.
Lo de la Riviera fue, según Rolling Stone, "un concierto indómito, incisivo, inflamable, incalumniable, infeccioso, inspirado e insolentemente incendiario de cerca de dos horas", escribió David Gallardo. "Si el rock es esa música que escuchan los padres, Jack White es el nexo entre generaciones instruidas en una ruidosa tradición tan inmortal como inmoral. Un tipo que podría haber nacido en los setenta y encontrar la muerte a los 27, pero que está aquí entre nosotros en plenitud por algún motivo decidido por un ser superior, Jimmy Page o Tony Iommi tal vez, con una misión que cumplir y un mensaje que revelar", dice Gallardo, porque sí, White tiene algo de mesiánico.
Para Fernando Neira, de El País, White es "uno de los personajes más influyentes e incendiarios que ha conocido el rock estadounidense en los últimos tres lustros" pero el mal sonido de la sala aguó la fiesta. Como nostros, Neira celebró que apareciera la banda de chicos, que garantiza una velada "furiosa y encabritada". "El cuerpo pide arrebato y mala baba en este arranque de un curso que se prevé crudo e incierto, así que más de 2.000 almas se apuntaron a una ardorosa exaltación de ese blues-rock que suena fulminante, avasallador, sumarísimo. Durante hora y media, la sala olvidó la subida del IVA y la infamia acústica, alzó los brazos y se entregó al sudor, el guitarreo y la euforia", escribe este crítico, al que seguimos con creciente interés. El crítico de Abc también lamenta la acústica de la sala pero remata: "White es un animal hecho para el directo. Frente al público es donde se crece, donde da rienda suelta a su desbordante personalidad como artista. Es un tifón. No importa su laconismo con el respetable, la conexión con la audiencia respira a través de su guitarra, donde desborda autenticidad", firma Javier Tahiri.
En fin, que disfrutamos de esas dos horas peladas que se nos pasaron volando (no hacía mucho habíamos pasado cuatro horas con Bruce Springsteen y ya se nos hacen corta cualquier actuación). El repertorio fue justamente variadito, con piezas de todos sus proyectos anteriores. Y se dejó fuera piezas que me habría gustado mucho oír, pero es que Jack no hace dos conciertos iguales, así que quizás las tocó al día siguiente en otro lugar.
Si quieres ver buenas fotos de esa noche recomendamos las de Mariano Regidor, que no nos hemos atrevido a piratear, que aquí somos gente honrada.Y ¿con qué canción íbamos a terminar? Sí, con esa.
La conclusión la dejamos para Íñigo López Palacios. "White es una de las grandes esperanzas del rock. Uno de los pocos músicos que han salido del circuito de salas y no han perdido su esencia y uno de los escasos artistas que hacen que todavía se mantenga la esperanza en que el rock es algo más que un ejercicio de nostalgia". Dí que sí, colega.
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