El genio de John Lennon
tenía mucho que ver con sus traumas. Él era consciente de que el
talento, en su caso, no brotaba de la felicidad sino de la rabia. Del
niño abandonado por sus padres al joven desbordado por una fama
meteórica, del hombre agresivo al activista por la paz, de su primer
matrimonio precipitado y secreto a una relación hipermediática con Yoko Ono, marcado por muertes repentinas y adicciones, el primero de los Beatles apenas conoció la placidez casi hasta el final de su vida, truncada por un chiflado pistolero en 1980.
Hubo un largo paréntesis en ese frenésí, nada menos que un lustro como supuesto amo de casa.
En 1975 Lennon cortó en seco su carrera y su presencia mediática. Se
recluyó con Yoko y su hijo Sean en su piso del edificio Dakota, frente
al Central Park de Nueva York. Quería dedicarse a los suyos por primera
vez tras una vida de familias rotas. Es a ese Lennon entre los 35 y los
40 años al que el escritor David Foenkinos
(París, 1974) ha sentado en el diván de un psicólogo para repasar sus
recuerdos. Sus fantasmas. “Nunca dejé de escapar de mí mismo”, pone en
su boca. Lennon (Alfaguara) es una novela, pero no es ficción.
(Lee aquí el artículo completo en El País). Ilustración
de Sciammarella.
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