Hemos tardado en digerirlo y en poder contarlo. El pasado 1 de diciembre pudimos vivir el que creemos el concierto del año en Madrid: la banda californiana Cracker, a la que llevábamos un tiempo escuchando en plan atracón. Fue una actuación soberbia, de unas dos horas, en la Sala El Sol, parte de una gira europea con once fechas en España, país por el que sienten debilidad. Cracker, por si no los sabéis, tiene la gran virtud de saber moverse entre el country más tradicional y el punk-rock más rabioso, hijos como son del rock alternativo de los 90 y del movimiento que vino a llamarse cowpunk, o punk vaquero. Ah, y con letras muy combativas o sarcásticas que denuncian la desigualdad social. No seguiremos sin que escuchéis algo tan bonito como este 'Torches and Pichforks'. Ojo a la letra: os vamos a combatir en vuestras mansiones fortificadas, vamos a combatir a vuestros matones y abogados, a vuestros guardias de seguridad. Todo eso en una suave balada folk.
Si queréis saber más sobre la ideología y actitud de esta banda podéis leer esta entrevista en Babelia, previa a su concierto en Madrid y posterior a los atentados de París, ante los que plantan los "cojones gordos" del toro de Osborne. Hablan ahí de cómo ven el mercado del disco está “como la Edad Media: dominado por grandes
señores. Internet ha sido muy bueno para la creatividad, pero no para
hacer dinero con ella”, cuenta David Lowery, que además de músico es matemático, profesor universitario de gestión cultural y activista por los derechos de los músicos. Un tipo singular. Pero en el sonido de Cracker es igualmente clave Johnny Hickman, mago de la guitarra eléctrica y poseedor de un vozarrón que utilizan en los temas más country. En directo se advierte mejor el peso que tiene en la banda. El resto del grupo varía, viene y va. Ellos dos son el núcleo.
Vamos a oír más: esta vieja canción de los años noventa, cuando irrumpieron con fuerza, y que retrata su lado rabioso: 'I hate my generation'.
Nos sumergimos en Cracker hace unos meses gracias a un disco doble magnífico, de final del año pasado, llamado Berkeley to Bakersfield. Aquí en Babelia se explica: "dos discos enfrentados, todo rock el primero y todo country el segundo, lo urbano contrapuesto a lo rural", muy progresista la ciudad universitaria, muy conservadora la ciudad petrolera del interior de California. Así que "Berkeley
suena a rock furioso y garajero, con ramalazos del punk y letras
satíricas o combativas. Bakersfield es apacible. Se impone lo acústico, la steel guitar y las letras costumbristas". A nosotros nos cuesta quedarnos con uno de los dos, pero confesamos que empezamos por el primero, que tiene mucha fuerza, y con el tiempo hemos escuchado más veces el segundo. Porque tiene joyas como ese 'King of Bakersfield':
Del concierto os diremos que el público coreaba las letras de las canciones más antiguas, cosa que emocionó a Lowery. Nosotros, sin embargo, teníamos más ganas de oír lo último, que tenemos más fresco. Apenas hemos encontrado crónicas del concierto. En el blog Rock The Best Music destacan su profesionalidad, aunque vieron cansado al líder de la banda (no estamos seguros de que fuera así, es que es un ejemplo de cantanto sobrio). "Madrid se volcó con Cracker porque son sinónimo de calidad y espléndido directo, como demostraron, otra vez, con pose humilde y profesional. Lowery no se molestó en disimular el comprensible cansancio acumulado. Su
cara larga lo decía todo. Pero si a alguien le hizo temer cierto
pasotismo, cuando saludó al público, el amago se disipó en cuanto cantó
las primeras estrofas de 'Get on down the road'. Que luzca una
prominente barriga difícil de ocultar por su guitarras, y que se
encuentre agotado tras varios días consecutivos de concierto, viaje,
concierto, etc, no hizo deslucir ni su garganta ni su entrega, pues aguantó, junto a su inseparable Johnny Hickman y el resto de la banda, cerca de dos agotadoras horas sobre el escenario.
Y las aguantó con la cabeza alta, la garganta fresca, y las manos
recias. De hecho, más tarde, confesó haberse aguantado las lágrimas
durante 'The golden age".
"Hickman, por su parte, quedó retratado como el alma escénica del grupo, además
de guitarrista con un buen gusto, precisión y clase fuera de lo normal.
También cantó, con mucho brío, los temas más country , como 'California
country boy' y 'The San Bernardino boy'. Habría que destacar, y varios metros por encima del resto, la soberbia interpretación de 'Another song about the rain',
pues su duelo con Matt Pistol, un mago de la pedal steel, elevaron una
composición sobresaliente al Olimpo, y con ella, al público, que estalló
de éxtasis". Lee aquí el post completo.
Sí nos habíamos fijado en el poderío de Matt con esa guitarra que se toca con slide y sentado, lo que le aparta del foco y del primer plano. Completaban el quinteto Coco Owens, batería más que solvente, y el bajista Bryan Howard. Es la formación que hizo Bakersfield, o sea, que es más bien de country, pero se manejó de maravilla en el tramo final, en que encadenaron varias piezas de rock furioso y atronador.Ahí, eso sí, Matt Pistol se apartó. Bastaba el cuarteto para llenar de sonido la sala.
La lista de canciones se la cogemos prestada a Rock The Best Music, que parece que se conoce de carrerilla todos los temas. Fue esta:
1. Get on down the road
2. One fine day
3. Gimme one more chance
4. Seven days
5. California country boy
6. What the world needs now
7. Wedding day
8. Low
9. Another song about the rain
11. The golden age
12. King of bakersfield
13. Sweet potato
14. This is cracker soul
15. March of the billionaires
16. El cerrito
17. Get off this
18. 100 Flower power maximum
19. Time machine
20. Euro-trash girl
Bises:
21. The San Bernardino boy
22. I see the light
23. Happy birthday to me
Guao. Menuda experiencia. Seguid su pista, hacednos caso. Nosotros vamos a despedirnos con la maravillosa canción con que ellos se despidieron antes de los bises, y que la gente celebró por todo lo alto. Es la preciosa 'Euro-trash Girl' que suena así de bien. No tardéis en volver por Madrid, boys. Aquí se os quiere.
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