domingo, 9 de junio de 2019

The Claypool Lennon Delirium: Sean Lennon nos da la psicodelia que nos regateaba su padre (y unas gotas de Syd Barret)

"No creo en los Beatles", cantaba John Lennon en God en 1970, hambriento de autoafirmación, empeñado en guardar en un baúl toda su vida anterior, sobre todo lo que era anterior a su unión con Yoko Ono, que fue una especie de renacer. Lennon renegaba públicamente de la mayor parte de su gradioso legado con los Fab Four. En sus contados conciertos, apenas caía algún tema compuesto con la mejor banda de la historia, precisamente la que él fundó. Antes de que fuera oficial la ruptura de los Beatles, cuando John quiso volver a sentir el directo y salió a tocar con Yoko y Eric Clapton (Plastic Ono Band, Live Peace in Toronto, 1969), se centró en homenajear los clásicos del rock and roll y de los Beatles solo sonó Yer Blues, uno de sus temas más atípicos, presente en el álbum blanco, en el que ya cada uno empezaba a ir por su cuenta. No suena a Beatles Yer Blues, que es un blues fabuloso, desgarrador, ideal para tocar con Eric. Esa misma canción, que debía considerar sobre todo suya, la había interpretado en 1968 en su primer trabajo sin los Beatles: fue con Clapton, Keith Richards (al bajo) y el batería Mitch Mitchell, en una improvisada banda llamada Dirty Mac, para el álbum de los Rolling Stones Rock and Roll Circus. En el otro gran concierto en solitario de Lennon (si se puede llamar así a su carrera con Yoko Ono), el Live in New York City de 1972, eligió otro único tema de los Beatles, también muy suyo, el Come Together del Abbey Road. No hay rastro de McCartney, de Harrison ni de Ringo en esas dos canciones.
Contamos todo esto porque John Lennon, en la década que vivió desde la ruptura de los Beatles hasta su asesinato, nunca había vuelto a la psicodelia. Había hecho música experimental, sí, pero nada parecido a Lucy in the Sky with Diamonds, nada que suene a Tomorrow Never Knows, a I am the Walrus, a A Day in the Life, o a Strawberry Filds Forever, a pesar de que es una de sus etapas más gloriosas, si no la que más, una fase de creatividad desbordante y experimentación sonora que lo pusieron en el podio de los grandes artistas del siglo XX.
Sin embargo, el que ha recuperado ese sonido es su hijo Sean Lennon, el que tuvo con Yoko Ono. Sigue leyendo que te lo contamos todo.


Sean se ha unido a Les Claypool, el líder de Primus, más veterano que él, para formar The Claypool Lennon Delirium, una banda muy psicodélica, en la que la voz del joven Lennon remite a la de su padre, precisamente a esa etapa de su padre que no quiso volver a visitar después de 1970. En concreto, suena como su padre en Revolver o en Sgt Pepper. El tono de voz nos recuerda, sí, mucho a él. Pero Sean y Les Claypool dan una vuelta de tuerca más: su disco suena a la psicodelia de otro héroe del rock perdido: Syd Barret, primer líder de Pink Floyd, que con un sonido menos perfecto del que alcanzó la banda más tarde tenía gran frescura, un torrente de ideas alucinógenas con reminiscencias del pop Beatle, pero una actitud que anticipa el entonces inexistente punk. Otra influencia notoria es la de King Krimson, con esos guitarreos delirantes, de quien versionan a menudo The Court of the Crimson King.
The Claypool Lennon Delirium tienen dos discos editados: Monolith of Phobos (2016) y el recién oído South of Reality. En ambos son notorios los guiños tanto a la psicodelia beatle y como a la de Pink Floyd. El primer álbum, de hecho, incluye una versión del Astronomy Dominé de Syd Barret, incluida en el primer disco de los Floyd.
Además de una voz muy similar a la de su padre, no sabemos cuánto por genes y cuánto por lo que ha oído en casa, Sean Lennon es un habilidoso guitarrista. Pero le ha costado hacerse un sitio en la escena musical, donde ayuda pero también pesa ser "hijo de". De entrada, uno tiene opciones de aparecer en la tele, o le abren alguna puerta en las discográficas. Por otro, dado el punto de partida, las expectativas son tan desmesuradas que le costará satisfacerlas.


Esta foto impresiona, ¿verdad? Es Sean con James McCartney, los hijos de los mayores creadores de música del siglo XX. Es una imagen que subieron a Instagram en 2018. En este reportaje de El Mundo se recogen estas reflexiones de Sean: "La gente me dice que por qué no utilizo un pseudónimo para ver cuál es la reacción genuina del público, pero siempre he pensado que si lo hago estaría faltándole el respeto de alguna forma a mi padre, a mi familia y a mí mismo. Es como, ¿de verdad no puedo estar orgulloso de quién soy? No quiero esconderme. No importa lo que haga, la gente siempre me verá como el hijo vago y mimado de John y Yoko".
La primera noticia del talento de Sean lo tuvimos cuando compuso una canción junto a Lenny Kravitz, este All I Ever Wanted incluido en su álbum Mamma Said de 1991.
Era muy jovencito, 16 años. Después apareció tocando distintos instrumentos al frente de una banda en un disco de su madre: Rising, que sigue la línea extravagante de la viuda de Lennon, la de los gritos desagradables, y pasó sin pena ni gloria. 
Se hizo mayor, podemos decirlo así, en 1998, cuando editó esta canción en plan bossa nova, que se llama Into the Sun, como su primer álbum en solitario. Lo hizo (producción e interpretación) con su novia Yuka Honda, una música japonesa-americana de Nueva York que ya había versionado Across the Universe. Para este álbum trabajó también con la banda japonesa Cibo Matto, con la que haría dos discos más.



En 2006, su relación con Yuka había quedado atrás, y había tenido otro desengaño amoroso con la actriz Bijou Phillips, que según dice le marcó mucho. Con este ánimo, Sean se metió en un proyecto ambicioso: Friendly Fire, un álbum y película con los vídeos de todas las canciones. Suena bastante Lennon, hay que decir, y Sean luce las gafas redondas que identifican a su padre. 


No es que fuera un superéxito, pero estuvo en las listas de éxitos en posiciones dignas. Además se ganó un nombre como productor, y como colaborador con otros artistas, también para su madre, porque debe costarle decirle que no. La lista incluye a la mítica Maryanne Faithfull, Lana del Rey o Lady Gaga.
Su siguiente proyecto se llamó The Ghost of a Saber Tooth Tiger (The GOASTT), y era un dúo que formaba con su nueva novia, la cantautora Charlotte Kemp Muhl. Es en esta etapa cuando revisita la psicodelia abierta y orgullosamente, en temas como este: Animals. El vídeo parece deslizar algún homenaje al I am the Walrus. Hicieron tres discos entre 2010 y 2014.


En fin, que hemos llegado al principio, que es su alianza con Claypool, que ya lleva dos álbumes y un EP de versiones (sí, de Pink Floyd y de Kim Krimson, también de The Who). El nuevo álbum se llama South of Reality. En este artículo de Antonio Méndez se analizan las canciones una a una, y  esta critica de Manuel Cabranes los pone por las nubes: South Of Reality representa todo lo que una banda debería ser cuando se dejan las ideas preconcebidas de lado para concentrarse única y exclusivamente en el desarrollo artístico de su obra. Aquí los prejuicios se dejan de lado, ya que no importa el trasfondo de ninguno de sus integrantes", dice. 
Bueno, amigo, el pasado importa. Pero es cierto que ya no son un supergrupo, en el que dos artistas colaboran cuando no tienen nada mejor que hacer, sino una banda con estilo propio y quizás un recorrido interesante por delante.
Escucharemos, entonces, uno de los temas más logrados de este último álbum. Se llama
Amethyst Realm, y creo que John Lennon y Syd Barret lo aprobarían.
 


No podemos evitar despedirnos con el Lennon más psicodélico, el que en Revolver monta una revolución sonora (para lo que contó con la pericia de George Martin) con este Tomorrow Never Knows. De tal palo... Seguiremos atentos a este proyecto de Sean, que no podrá curarnos la nostalgia de John, pero es que nada puede. 
 

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