No nos perdemos los grandes conciertos, ya lo sabéis. Y Muse, una de las bandas más diferentes, más potentes y más controvertidas del rock del fin del siglo XX y lo que llevamos de siglo XXI, paró el viernes 26 de junio en el estadio Wanda Metropolitano de Madrid, allí estuvimos. No podemos evitar unos sentimientos ambivalentes ante el grupo británico (de Teignmouth, suroeste de Inglaterra). Tienen un punto extravagante, pretencioso, que a muchos irrita. Pero su rock tiene épica auténtica, momentos emocionantes, canciones intensas. Y su líder, Matt Bellamy, tiene un gran nivel como autor, como cantante (operístico, domina un alto rango y llega a notas altísimas) y como guitarrista, habilidoso y contundente. Decíamos que son extravagantes, y a la vez brillantes. Que exageran lo que pueden exagerar. Y que sus canciones parecen diseñadas para el rock de estadio, con momentos que invitan al público a corear. ¿Populistas?
Por ejemplo aquí en Uprising.
El espectáculo desplegado en el Wanda fue convincente, aunque desde nuestra posición en la grada lateral alta el sonido llegaba muy débil. Con ese pero, nos fuimos con la sensación de que todo el espectáculo estaba bien planificado con profesionalidad y talento. El sonido es casi idéntico al de los discos, y eso revela la solvencia de los tres músicos, pero habríamos agradecido algo que pueda parecer improvisado, menos esconsertado. Y a menudo el espectáculo (hombres con luces, robots gigantes, un monstruo hinchable) parece imponerse a lo musical, cuando tienen repertorio de sobra. Sigue leyendo que hay mucho que comentar.
Otro pero: abusaron de sus canciones más épicas y abrumadoras, y se echaron de menos casi todas las más suaves o lentas, que las tienen de buen nivel, desde el Falling down de sus inicios a Human, nuestra favorita del nuevo disco y que no llegó a sonar.
Es tan abrumador el espectáculo (que a menudo nos recordaba a los montajes de Pink Floyd) que el show resulta a veces distante, porque los juegos de luces, los fuegos y los figurantes agrandan la distancia entre músicos y público, y eso a pesar de que ellos pasearon a menudo por la pasarela que llegaba al centro del campo de fútbol para sentir el calor humano. Eso sí, diremos que los tres músicos (Matt, el bajista Christopher Wolstenholme, el batería Dominic Howard) rinden como una máquina todo el rato, los tres titulares y el pobre teclista de acompañamiento, escondido fuera de los focos, pero con un papel relevante en algunos temas.
Dicho todo esto, un gran concierto. Nuestra ubicación seguramente nos impidió disfrutarlo más. Muy propio del tiempo actual, Muse es una banda ecléctica, que bebe del hard rock y del glam, de la electrónica y de la épica. Difíciles de clasificar, a veces de entender. Como Queen, a quien quizás se parecen más (al Queen más barroco y operístico), o como U2, otra influencia evidente. Como ellos, ejercen un cierto populismo musical: plantean sus temas para que la masa bote y cante, saben bien la lección de We will rock you. Quizás han abusado de la misma fórmula, pero, oye, es que la bordan.
La gira se ha planteado como un show retrofuturista, inspirado en la ciencia ficción de los años ochenta y en series actuales como Stranger Things o The Black Mirror. En el repertorio estuvo casi todo su último disco, Simulation Theory, que gira en torno a esa temática distópica, una denuncia del control tecnológico sobre nuestras vidas, pero también una buena traca de canciones imprescindibles de sus 25 años de carrera.
Tras un comienzo de sintetizadores (Algorithm), cayó una descarga de canciones guitarreras recientes (Pressure, la fabulosa Psycho) y en nada está sonando su clásico entre los clásicos, seguramente la más popular: la citada Uprising. No había pasado más de media hora y ya sonaba otra bien conocida, Plug in Baby. Está claro que quieren empezar arrollando.
A medio concierto, un único respiro: la única canción sencilla y melódica, interpretada al piano en el centro de la pasarela, fue Big Down. Atravesado ese ecuador sonaron exitazos como Madness (nos suena mucho a I want to break free pero nos agita) o la deliciosa Mercy, y cuando suena Starlight, que la gente corea con gusto, nos damos cuenta de que se acerca el final.
Tras un momento popurrí, lo último es Knights of Cydonia, otra épica como de caballeros medievales, precedida de una bonita introducción a la armónica de Wolstenholme que homenajea a Morricone. La insistencia en otro bis no sirvió de mucho porque este grupo lleva todo medido al milímetro. Aquí la play list.
Salimos impactados, sí, pese a que el Wanda no haya sido el mejor recinto para un concierto, pues para ser tan nuevo allí el rock no suena mejor que el mucho más antiguo (y en demolición) Vicente Calderón.
¿Qué comentó la crítica? Carlos Marcos era escéptico en El País: "Todo anoche fue hiperbólico, dos horas bombardeando estímulos,
un no parar. Algunas de las canciones de Muse tratan sobre el control
que ejercen los gobiernos actuales, sobre el lavado de cerebro que
realizan a los ciudadanos. Y es curioso, porque eso es lo que hace el
trío en sus espectáculos: un lavado de cerebro a los miles de asistentes
para que se crean que están en un concierto de rock. Y no es así: esto
es un despiporre populista, un show donde las proyecciones, los efectos especiales y los trucos visuales son igual de importantes (o más) que la música".
Mucho más complaciente la crónica de El Mundo: "Bellamy tuvo en sus manos a un público fascinado por el carisma que derrocha el inglés encima del escenario y su virtuosismo a la hora de hacer sonar la guitarra". Y en Rock FM se declaran absolutos fans: "El ambiente que se respiraba, el sonido, que no hacía más que mejorar,
un brutal Bellamy acompañado por su banda al 100% de su capacidad... No
se puede pedir más", escribe Javier Hualde.
Nosotros no somos tan incondicionales ni tan escépticos. Si queréis repasar todo el concierto, este vídeo del celebrado en Roma este mismo año lo reproduce íntegro (algún fan no dejó de mirar a su pantallita). No sabemos lo que durará en Youtube, ya sabes cómo va esto. (Existe este otro vídeo íntegro de lo de Madrid pero en calidad mucho peor).
Celebramos que exista Muse, les perdonamos algunos excesos porque así son
ellos, y toda esa artificiosidad tiene mucho de auténtico. Es lo suyo. Es rock populista, vale, pero del bueno. No
hay muchas bandas como ellos y se merecían este concierto y este post. Seguiremos atentos.
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