Despertamos este lunes conmocionados con la desaparición del saxofonista Clarence Clemons, que llenó de preciosos y contundentes sonidos la obra de Bruce Springsteen, el rockero más importante en varias décadas. Si Bruce es el Boss, el título más prestigioso para un artista en solitario desde el del King Elvis, buena parte del mérito es de su grandiosa banda, la E Street Band, que le acompañó en sus mejores momentos. Nada habría sido igual sin ellos, y en concreto sin este gigantón y gigante de la música. Nunca habría sonado igual su tema más inmortal: Born to Run.
"Se ha ido Clarence Clemons, The Big Man, tal vez el saxofonista más ilustre de una banda de rock sobre un escenario, el tipo alto y fornido de la amplia sonrisa, de las bromas con El Boss, que dio un aire nuevo a las composiciones del músico de Nueva Jersey", ha escrito Fernando Navarro en El País. Sus solos al saxo fueron algo más que un magnífico adorno musical: el saxofón de Clemons marcaba el horizonte en el mejor y más pletórico rock'n'roll de Springsteen, ensanchaba el alma, simbolizaba, en definitiva, la esperanza". Podéis verlo en su juventud en este vídeo:
Clemons debía haber tocado el himno estadounidense antes del segundo Dallas-Mavericks de la serie final de la NBA, y no lo hizo por una lesión en la mano. Como Guille no se pierde un partido así, nos quedamos en familia sin oír su delicioso sonido por última vez.
Y sin él, ¿qué va a ser de Bruce y su banda? Responde Navarro: "Nada será igual. La E Street Band no tendrá ningún sentido". "Era la seña de identidad del mejor rock de Springsteen. Su aire esperanzador, tierno, cálido, intenso, infinito, cercano. Era el saxofón de Clarence Clemons".
Lo recordaremos por última vez en este glorioso solo de Jungleland. Que en el olimpo de los músicos suene el saxo. Hasta siempre.
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