Seguimos buceando en los mejores conciertos vividos en este 2017. Buen cartel para DCode, celebrado el 9 de septiembre en un lugar que nos trae muy buenos recuerdos: el recinto posterior a la Facultad de Periodismo de la Ciudad Universitaria. ¡Pues no han pasado cosas en esos prados junto al campo de rugby! Bueno, pues en DCode prestamos especial atención a tres bandas. Llegamos con Liam Gallagher, que había ganas de verle (y de compararlo con Noel), y a ratos nos recordó tiempos mejores. Más tarde, Franz Ferdinand nos puso a todos a bailar, y eso es buena cosa cuando se llega a la según qué horas. Pero ya tenemos veredicto: los ganadores de la tarde-noche fueron Band of Horses, que tocaron en medio de los anteriores. De Band of Horses no os habíamos escrito antes (impedonable) pero es de lo mejor que circula hoy por ahí: esta maravilla se llama No one's gonna love you.
Concidimos con lo que escribió Fernando Neira en El País: "Erigidos ya en atípico grupo de masas, Band of Horses reinaron en el tramo central de la noche con un concierto que más pareció un torbellino. Sus discos acostumbran a ser algo irregulares y dispersos, pero ese rock melódico y directo, impregnado de una suerte de épica campestre, resulta muy contagioso y adictivo sobre las tablas". Adictivo como la droga más potente, añadiremos, porque luego nos pasamos algunas semanas que no oíamos otra cosa.
Vayamos por orden. Primero Liam, luego los Horses y para cerrar Franz Ferdinand. Sigue leyendo, que lo contamos todo.
Llegamos al festival a pleno sol y apareció por allí Liam Gallagher. Os hemos escrito a menudo sobre las guerras de los Gallagher. Noel es el talento compositor, el hermano mayor que hizo de la banda de su hermano pequeño algo muy grande. Su carrera en solitario, la de Noel, parece más interesante aunque todavía es irregular, nada a la altura de Oasis. Liam es el cantante, el que ponía la actitud en el escenario y el gamberro (alucinamos con los ataques a su hermano en Twitter). Algunas veces Liam coquetea con el reencuentro de Oasis, que es el rumor más frecuente de cada edición de Glastonbury. Pero no hay nada de eso. Por la última edición de este festival pasaron los dos hermanos... por separado.
El anterior proyecto de Liam, Beady Eye, del que os escribimos en su día, fue un rotundo fracaso. Sus dos discos no decían nada a casi nadie, así que Liam mató esa marca desgastada y ahora se presenta con su nombre. No disimula que quiere recuperar el estilo de Oasis; por otro lado se empeña en que su voz nos recuerde al genio Lennon. Los dos objetivos se cumplen solo parcialmente. Hay ratos en que sí parece conseguirlo. Así suena lo último de Liam.
En esta pieza son claros los ecos del Lennon de I am the Walrus, Esta otra es un poco más animada, y más similar a Oasis seguramente.
Vale, pues con este disco recién editado nos plantamos a ver a Liam. Que lleva una banda solvente y cuya voz va sonando un poco más gastada. En todo caso la cosa empezó bien: con el Rock and Roll Star de Oasis. Sí, sabemos que te consideras una estrella de rocancol (lo es, pero no tanto como lo dice). Gran comienzo que siguió con otra de los buenos tiempos: Morning Glory.
Pero, oh, confesamos que nos pasamos el concierto deseando que volviera a sonar una de Oasis. Tuvimos que esperar escuchando las canciones de su nuevo álbum, que todavía no había salido a la venta, así que apenas habíamos escuchado un par de singles (los de antes). Cerca del final cayó otra de Oasis, Slide Away (de las mejores, hay que decirlo) y las dos últimas fueron Be Here Now y, era bastante previsible, ese himno de la década de los 90 llamado Wonderwall que coreaba el público como si no hubiera un mañana. Habían ido, sí, a escuchar eso. Y, reconociendo su propio fiasco, sin rastro apenas de Beady Eye: solo una canción, Soul Love, olvidable.
El repertorio más celebrado era el que escribió su hermano Noel, pero no le puede negar presencia en el escenario. Escribió Darío Prieto en El Mundo: "A Liam no hay quien le baje del burro en su actitud escénica, entre el pasotismo y el desafío, ora bamboleos, ora el micro incrustado en los dientes, ora manos en la espalda. Pero es curioso ver como ese deje arrastrado a veces se transforma en su personal carisma".
El cronista Neira fue menos benevolente con el aspecto de Liam: "Se nos plantificó con gafas de pasta, chándal corto y sudadera, con más aspecto de cuarentón voluntarioso al encuentro de su entrenador personal que de icono rockero del último cuarto de siglo". Bueno, no seas cruel, otros estamos peor a su edad. Y concluye: "Era imposible sustraerse al pasado, que para nuestro mancuniano de las manos a la espalda es más bien losa. Incluso piezas menos populares de Oasis, como Slide Away, se recibían con alborozo mientras títulos más recientes, como Soul Love, inspiraban una indiferencia proporcional a su carácter plúmbeo. Y así hasta ese final coreado, con Wonderwall, convertido en un fabuloso karaoke multitudinario". Discrepamos de ese desprecio a Slide Away, pero admitimos que para Liam el pasado es una losa. Mientras no se reconcilie con su hermano (ha vuelto a dar pábulo a los rumores de reencuentro, pero Noel ha cerrado la puerta), para Liam no volverán los días de gloria.
Aquí queda la lista de canciones de Liam, y vayamos con los triunfadores de la noche. Terminó Liam y empezó casi de inmediato, en el escenario de al lado, la actuación de Band of Horses. Que arrancó con la primera canción de su primer disco, que se llama, claro, First Song.
Tiene algo especial Band of Horses. Magia. Detrás de un aspecto inicialmente distante, escondidos tras sus largas barbas, muestran una enorme sensibilidad. Brillan más en las lentas que en las rápidas, pero ofrecen un poco de todo. Entre las primeras ya cayó Is there is a ghost, de las más aclamadas. Cuando se arrancan con el guitarreo suenan así, en ese plan épico que gusta a los indies (así empezó Arcade Fire y luego han tirado por la cosa electrónica, una mala elección según consideramos). Esta es NW Apt.
Ya hemos dicho al principio cuál es nuestra favorita de Band of Horses; cayó pasado medio concierto, y nos pilló lejos del escenario por urgencias fisiológicas inaplazables, cola mediante, que lamentaremos mucho tiempo. El único testimonio de No one's gonna... aquella noche son estos 22 segundos de una esta grabación aficionada.
Sí llegamos para el final, que era el otro temazo de Band of Horses, todo un himno, más célebre quizás. Es The Funeral, canción redonda, hay que reconocer, tanto que les perseguirá siempre (¿se cansarán de ella alguna vez o el público no les dejará ignorarla?). Os pondremos un vídeo digno (de este año) para que la disfrutéis.
Recuerda Darío Prieto que Band of Horses ya pasó por este festival en 2011. Y "poco han cambiado las cosas en el grupo de Ben Bridwell, pero tampoco se le piden grandes innovaciones a quien sigue siendo capaz de mover al público desde la explosión de endorfinas de Is there a ghost al desplome emocional de The funeral".
Aquí queda la setlist de aquel bonito concierto (que fue breve: 13 canciones, alrededor de una hora, no valía despistarse). Por la noche, ya con la gente más calentita y animada, aunque la noche era fresca, apareció Franz Ferdinand. Tenemos mucho menos que contar porque no es de nuestras bandas favoritas, pero tienen algunos temazos y admitimos que se disfrutó mucho con ellos.
Así que nos remitiremos a Neira, que escribió: "Franz Ferdinand jugaban esta vez con la ventaja de no defender material recién horneado, cuatro años después del que aún es su último trabajo. Instantáneos, divertidos, habilidosos en la sucesión de himnos, los de Glasgow aportaron el ingrediente más preciado a partir de ciertas horas: alboroto. En su caso, si no innovador, sí rabiosamente inteligente".
Y la crónica de El Mundo señala: "En 2013 (su anterior paso por este festival) Alex Kapranos no se había teñido el pelo de desconcertante platino y el grupo no había caído en este nivel de menor trascendencia musical en el que parece estar ahora. Lo cual tiene sus ventajas: concierto de grandes éxitos (Do you want to, Michael, Take me out, This fire) para echarse unos despreocupados bailes mientras la noche caía".
Esta fue la lista de canciones de la banda escocesa que lidera Alex Kapranos, que estuvo de lo más profesional y transmitió entusiasmo en temas como este Take Me Out, que no quisieron tocar la última como esperábamos sino pasado medio concierto.
Con menos interés, antes de Ferdinand, seguimos a Interpol, que nos dejó fríos como el témpano. Hieráticos, cuenta Prieto, "en su estilosa y algo posturera recuperación de Turn on the bright lights, su disco de debut. Vestido de negro, Paul Banks recuperó por estricto orden las canciones del álbum, para gozo de la parroquia más darks y post-punk, dejando para el bis tres piezas de su segundo álbum, Antics". No nos incluimos en ese gozo de los amigos de la oscuridad, con tanta luz como habíamos recibido antes y después.
En fin, un gran festival en cualquier caso, y celebramos que se consolide pese a la durísima competencia del Mad Cool, que es un festivalazo también y además dura tres días. Ojalá los madrileños podamos seguir disfrutando de los dos: Mad Coool ya ha anunciado una ambiciosa nueva edición a pesar del desgraciado accidente del equilibrista que tanto dañó (con algo de injusticia) su reputación.
Os dejamos con este reportaje que muestra un poco cómo estaba el ambientillo en DCode. Gran recinto, ya lo hemos dicho, que nos recuerda nuestra juventud (no tan lejana, ¿eh?). Disfrutamos mucho de este festival, ya queremos volver el año que viene.
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