sábado, 30 de diciembre de 2017

Cuando el gigante Tom Jones conquistó el Teatro Real


El año que se nos escurre de los dedos ha tenido mucha música. Terminamos con este post esta serie en que hemos repasado los grandes conciertos del 2017: 29 de julio, magnífico escenario: el Teatro Real de Madrid. Un buen festival de verano: Universal Music. Señoras, señores, con ustedes el gran Tom Jones.
Una voz emblemática de la música del siglo XX: ¿quién cantó mejor y está vivo? Sin Elvis ni Sinatra, no encuentro muchos rivales para el cantante de Treforest, Gales), con medio siglo de trayectoria a sus espaldas, el hombre que sedujo a la humanidad con su estilo, un torrente vocal y una cuidada selección de blues, soul, pop y rock en su repertorio.
Como apertivo hemos encontrado este vídeo (de sonido mejorable) de aquella noche de verano en el Real:


Sigue leyendo y te contaremos más de su carrera y de su concierto en Madrid.

“¡No he visto nada más masculino en mi vida!', exclamó la mujer de su primer mánager, Gordon Mills, cuando vio al Tigre de Gales por primera vez sobre un escenario". Lo cuenta Pablo Guimón en este perfil y entrevista en El País.
Saltó a la fama en los agitados años 60 con It's not unusual, que todavía hoy es su tema más emblemático. "La habían escrito para Sandie Shaw. Pero al oírla, comprendió que aquella melodía tenía que ser suya". En aquellos años, Jones "poseía éxito, una voz inconfundible, pero carecía de una identidad musical clara. Era difícil encasillarlo, y eso hacía albergar dudas sobre su capacidad de perdurar. Pero pronto encontró un lugar, al otro lado del Atlántico, que le ofrecería una solución, al menos aparente, a esos problemas existenciales".



"Tom Jones dio su primer concierto en Las Vegas en 1968. 'Tocar allí era increíble', recuerda. 'Estaba Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis, Diana Ross, Aretha Franklin, todos los grandes nombres'. Allí se forjó su amistad con Elvis Presley, que vio en Jones una especie de salvavidas al que agarrarse mientras la beatlemanía eclipsaba su estrellato. “Elvis me dijo que yo le había dado esperanza”, asegura. “La invasión británica era muy fuerte entonces, pero yo era un solista como él. Los Beatles y los Stones no le parecían sexis, pero yo sí. Verme triunfar allí le hizo creer que aún tenía futuro” (aquí el artículo completo).
Instalado en Las Vegas, Jones explotaba sus éxitos pero estaba estancado. Como Elvis antes, se convirtió en una máquina de conciertos y no de discos. Fue a mediados de los años ochenta cuando (muerto su mánager Gordon Mills, sustituido por su hijo Mark Woodman) reapareció con todo su genio.
Cuenta Guimón: "En pocos años el hijo reinventó al padre. Construyó el mito que es hoy Tom Jones. La escenificación de ese cambio llegó en 1992, cuando volvió a su país para actuar en Glastonbury, el gran festival de rock. Estaba anunciado como invitado sorpresa y desde luego que lo fue (...). La audiencia enloqueció y le proporcionó lo que tanto tiempo había anhelado: respeto. De las cenizas de Las Vegas había emergido una leyenda".
Su disco Reload, en 1999, lo devolvió al primer plano mundial. Ya no era una vieja gloria de casino. Ahí, entre temas de su carrera regrabados y muy actualizados, brillaba una novedad que fue un hit: Sex bomb. La letra habla de una chica, pero sería una buena definición para la presencia en el escenario de este hombre tan irresistible.



A esa leyenda nos enfrentamos en el Teatro Real, "el edificio más bonito en que ha tocado nunca".  Jones es un señor. Se entregó durante dos horas, estuvo simpático con el público hasta que consiguió levantarlo de las butacas.
Cuenta Israel Viana en ABC: "A las 21.30 se apagaron las luces y apareció la banda tocando esos dos acordes sencillos de Burning Hell, el tema de John Lee Hooker, con una pantalla enorme detrás proyectando imágenes de llamas y chispas. La gente dio sus primeras palmas siguiendo el ritmo y apareció Tom Jones andando con dificultad, haciendo un intento de trote vigoroso —recordemos sus 77 castañas—, hasta que llegó al micrófono y le soltó las bridas a la garganta. 'Cuando muera, ¿dónde iré?', cantó, provocando la primera ovación. Ahora tiene 22 años. Menudo vozarrón".



Tras un inicio muy bluesy, vino el torrente de soul que lo emparenta con James Brown y otros mitos del género. Cayeron canciones llenas de ritmo y sensualidad: Mama told me not to come, la brutal Sex bomb (aquí se levantaron algunas fans con la bandera de Gales), la deliciosa Delilah, por supuesto su himno It's not unusual, otra muy idónea para un strip-tease (You can leave your hat on, de Joe Cocker) y, ya en los bises, Kiss con homenaje al fallecido Prince, y Strange things happen everyday.



Tiene la habilidad Tom Jones de sorprender a loa suyos: muchas canciones que nos sabemos de memoria aparecen modificadas, cambiadas de ritmo, o cuanto menos con introducciones en las que cuesta reconocerlas. No se gusta repetirse, aunque su repertorio esté lleno de piezas imprescindibles que no pueden quedarse fuera de la setlist.
Terminaba así la entrevista de Jones con Guimón: "Tiene que haber gente diferente, que ofrezca su propia historia. Por eso les digo a los cantantes nuevos que sean ellos mismos. Que escuchen a los demás, que se inspiren, pero que no copien. Que sean fieles a sí mismos. Eso es lo que he hecho yo siempre. De vez en cuando hace falta alguien con personalidad”.
Personalidad se sobra al gigante Jones. Nos arreglamos de habernos enfrentado a una de las grandes voces de nuestro tiempo, tan poderosa como ha sido desde los 60. Lo sigue siendo. Un honor poder contar a nuestros nietos que estuvimos con usted, señor Jones. Nuestro respeto eterno.


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