miércoles, 18 de julio de 2018

¿El concierto del año? Así fue el fiestón de Arcade Fire en el Palacio de Madrid



Vamos a aprovechar el veranito, que ya había ganas, para repasar los mejores conciertos del curso que damos por terminado en este hemisferio norte (enviamos de todas formas un saludo a nuestros lectores del hemisferio sur, esos que están en pleno invierno). Al grano: de lo mejorcito ocurrido este año en Madrid fue el concierto de Arcade Fire el 24 de abril de 2018, noche mágica en el Palacio de los Deportes, que ahora se llama Wizink Center. Vamos a repasar a pinceladas su carrera y el concierto, pero esta vez tenemos que empezar por el final. El concierto, la fiesta, terminó así. Como un carnaval de Nueva Orleans. Con los músicos tocando Wake up acompañados por la Preservation Hall Jazz Band bajando del escenario, cruzando entre el público, adentrándose en el parking y... ¡saliendo a la calle!




Es uno de los momentazos más extraordinarios que hemos vivido en un concierto. Aquí lo podéis ver desde otra perspectiva, la de los que estaban en el parking.



Y aquí veis como se agolpaba la gente al verlos aparecer en los alrededores del Palacio. Por una vez se llevaron premio los que salen rápido...



Ocurrió al final de una noche memorable. Vamos a decirlo de entrada: no nos gusta el último disco de Arcade Fire, Everything now. Creemos que esta banda está abusando del ingrediente electrónico y añoramos sus tiempos más folk, cuando compusieron ese grandioso himno que es Wake up, probablemente la mejor canción de lo que llevamos de siglo XXI. Pero eso no quita para que la banda exhiba un directo brutal, que la consagra como una de las formaciones más innovadoras de nuestro tiempo. Y que también bailemos algunas de sus piezas más disco.
 Ellos no se cortan en describirse a sí mismos: “Seguimos siendo el mejor grupo en directo del mundo”, dicen en esta entrevista con Xavi Sancho. Y se revuelven contra las críticas a Everything Now." Mira, todas las bandas sacan un disco de mierda, y si se supone que este es nuestro disco de mierda no puedo estar más feliz”.

Sigue leyendo y te lo contamos todo, todo. Sobre su carrera y sobre el concierto.
Ahora sí, vamos al principio de todo. A los orígenes. Y el principio, para nosotros, fue Wake up. En 2005 descubrimos este tema brutal, cargado de épica, con un estilo muy característico. Algo distinto a todo lo oído antes. Para mayor asombro, el mismísimo David Bowie accedió a cantar el tema con una banda entonces principiante. Eso nos abrió los ojos. Estábamos ante algo grande.





Wake up nos hizo descubrir el primer disco de los canadienses: Funeral. Detrás de la marca Arcade Fire estaba el matrimonio formado por el líder y compositor Win Butler y Régine Chassagne. Él nacido en Texas, hijo de un músico de jazz; ella nacida en Québec, de una familia huida de Haití durante la dictadura de Duvalier. Win fue a estudiar a Montreal y allí la escuchó a ella cantar jazz; no solo la fichó para su grupo sino que se casaron.
No es un dúo Arcade Fire, no, sino un combo. Son seis los miembros titulares de la banda, y sobre el escenario suele haber tres o cuatro más. Se intercambian los instrumentos todo el rato, incorporan algunos poco habituales en la escena del rock indie, porque no les van bien las etiquetas. Su mezcla de influencias resulta en un sonido inclasificable, en sus inicios con más peso del folk, luego con más presencia de la electrónica. Win suele cantar casi todos los temas, pero Régine brilla cuando lo hace, ambos con voces muy personales. Cuando no cantan pueden coger cualquier cosa, una mandolina o un bombo, el piano o la guitarra.
De su primer disco, que fue un bombazo mundial, destacaban muchas canciones. Entre ellas este Rebellion (Lies) que sigue el camino de lo épico.



A Funeral siguió otro disco que sacaba muy buena nota: Neon Bible. Siguen la línea del anterior, con predominio de lo acústico y de las instrumentaciones tradicionales utilizadas en modo muy moderno. Quizás se les ve más seguros de lo que hacen y, por tanto, más dispuestos a arriesgar. Queda para la historia este concierto en un ascensor para el videoclip del tema que da nombre al álbum.



Estaban en la cresta de la ola, y se tomaron su tiempo para sacar, en 2010, The Suburbs. Ya se les ve evolucionar con más decisión. Así que incorporan nuevos registros. El mejor tema del álbum, que es Sprawl II (Mountains Beyond Mountains), está más conectado con la música de baile, incluso con un aire de tecnopop ochentero (recuerda mucho al Heart of Glass de Blondie), lejos ya del folk épico de sus inicios. Hasta aquí todo iba bien: ese tema nos sigue fascinando. Y es en el que más se luce Régine.



Aquí tenemos que detenernos. Sprawl II adquiere matices distintos en cada concierto. Ya os hemos puesto el vídeo original; luego nos impactó mucho una actuación en el Monte do Gozo en Santiago de Compostela en ese mismo año 2010, para la MTV, en que tomaba un aire menos bailable, más íntimo y más emocionante según avanza hacia el final. No encontramos el corte, así que en este vídeo con el concierto íntegro lo podéis pinchar en el minuto 17.30 (o disfrutarlo entero, que también se puede y merece la pena).


En nuestra humilde opinión, era el mejor momento de la banda. Que había llegado tan alto que tenía difícil elegir rumbo. Y decidieron dar un volantazo. Tenía sentido, porque más vale arriesgar que repetirse y acabar convertido en una imitación de sí mismos. En nuestro caso no nos volvieron a enamorar del mismo modo. Aunque les atribuimos el mérito de reinventarse con valentía.

El giro llegó con Reflektor en 2013. Para grabar este disco (ya habéis visto que el lapso entre uno y otro dura tres años, así se hacen esperar) se empapan de cultura haitiana, homenajean su bullicioso carnaval y fichan a James Murphy, de LCD Soundsystem. En Haití, recuerda Régine, "veo a mi madre en todas partes", contaba en este reportaje del Guardian.
De esa influencia doble, de los ritmos haitianos y del sonido electrónico de Murphy, sale el mejor tema de este disco: Here comes the nigh time. Que tiene un acelerón inicial y sobre todo final apoteósico, muy festivo, no podemos dejar quietos los pies. El videoclip ya muestra un giro en la estética de la banda, ahora abiertamente carnavalera, con esas chaquetas manchadas de rojo y las márcaras negras pintadas alrededor de los ojos. Es el efecto Haití. Aunque atentos a los comentarios de los camareros en español caribeño del final...



Reflektor todavía es un disco interesantísimo, pero hace a sus fans más irreductibles añorar los tiempos anteriores. Recibió algunas críticas muy duras: "Lluvia de palos al nuevo álbum del grupo canadiense, Reflektor, que en unas horas ha pasado de disco más esperado de año a catástrofe musical de 2013", escribió Víctor Lenore en El Confidencial.

Como curiosidad, incluye la pieza más rockera que ha dado la banda: Normal Person. Guitarras distorsionadas a tope poco habituales en ellos.



Después de Reflektor tuvimos que esperar otros tres años que se hicieron largos. Pero lo que vino no ha sido fascinante como casi todo lo anterior, para nada. El tema más destacado del nuevo álbum es el que le da nombre, Everything Now, que es una cosa de rock de estadio pensaba para que todo el mundo coree el nana-nana-naaa-nananá. Es el tema que ahora abre sus conciertos, y funciona de maravilla, sí.  La pena es que en el disco no encontramos casi nada más que nos seduzca. No se puede ser genial todo el rato.Y es un álbum con mensajes contra esta sociedad consumista y ansiosa un poco facilones, y donde abundan los guiños místicos. Esta crítica de David Saavedra lo llama "pop cristiano". Los temas, escribe, "rezuman obviedad en su retrato de la hiperconectividad global, el nuevo materialismo, la confusión entre lo real y el simulacro y la falta de referentes espirituales".



Más benigna, la crítica de The New York Times dice así sobre el disco: "Con sus nuevas canciones, Arcade Fire insiste en que hasta el pop más insustancial puede ser profundo y quizá incluso salvar vidas. Arcade Fire siempre ha estado sumamente consciente de la historia musical, y utilizan alusiones estilísticas para enfatizar o contradecir sus mensajes". Los productores de la banda, recuerda el Times, "son Thomas Bangalter de Daft Punk, un experto en la propulsión con sintetizadores retro, y Steve Mackey, quien tocaba el bajo en Pulp. Ayudan a ubicar gran parte del sonido del álbum en los últimos años de los setenta y los primeros de los ochenta, con híbridos de música disco, new wave y electropop". 
Bueno, pues disco nuevo y gira mundial. Vayamos a la noche del Palacio de los Deportes de Madrid. Puesta en escena interesante: un ring en el centro, los nueve o diez músicos en círculo, cambios continuos de posición y de instrumentos, buenos juegos de luces y pantallas encima del ring que proyectan imágenes o lemas a los cuatro sectores del graderío. Aparecen atravesando la pista entre el público. Gran puesta en escena.

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 Arranca Everything now. El público está rendido de antemano. En efecto, la gente canta con gusto nana-nana-naaa-nananá.
 


Dice bien la crónica de El Mundo: "Da igual que casi todo el mundo coincida en que es su disco más flojo y que sólo se salva la canción que le da título. Pero qué canción: otro bombazo que viene para quedarse en un repertorio donde parecían no caber más".
Dice más esa crónica, con la que coincidimos: "Nunca estaremos lo suficientemente agradecidos de que existan grupos como Arcade Fire, que se esfuerzan cada vez un poco más para que el público sienta que está bien invertido hasta el último euro de su entrada. Para que se vayan a casa con el instagram lleno de momentos e imágenes, pero también con el corazón a reventar de emociones que no caben en una story".
El concierto arrancó con una fuerza extraordinaria, porque tras el nuevo éxito vinieron el clásico Rebellion (Lies) y la del carnaval haitiano, Here comes the night time, que también podrían haber sido las tres últimas y a nadie le habría extrañado (si no fuera porque la última siempre siempre es Wake up). Y justo detrás cayó No Cars Go, que representa a los Arcade Fire más épicos de sus primeros discos.



Continuó una de las nuevas, y ahí vino un poco de bajón, porque Electric blue no acaba de funcionar, ni siquiera brilla la voz de Régine que tanto nos gusta en otras canciones. En el vídeo aparece ella paseando por Haití después de una buena fiesta, a la hora en que los borrachos se recogen y queda la basura. El mensaje anticapitalista que supuestamente desprende la canción no acabamos de pillarlo. Discrepamos de JNSP, que ve el tema "deslumbrante", pero aún así enlazamos su opinión.



Vino otra nueva que no nos dice nada: Put your money on me. Pero continuó una secuencia cargada con la épica de sus primeros discos: Neon Bible, My body is a cage y Keep the car running, la inquietante (Antichrist Television Blues), ya habéis visto que les gustan los paréntesis, y ahí nos cayó uno de los momentos cumbre:Neighborhood #1 (Tunnels), para algunos su pieza favorita, para nosotros una del puñado más exquisito.



Vinieron después The Suburbs, en sus dos versiones; después, una de las más guitarreras (Ready to start). Y fue el turno de Régine otra vez con la maravillosa Sprawl II ya comentada, porque es de nuestras favoritas.

Demasiado bonito para ser cierto. Así que vino al final un tramo que nos gustaba menos. Siguió Reflektor, que fue quizás la primera de sus canciones que oída por primera vez nos hizo arrugar la nariz y pensar: ¿qué demonios están haciendo? Detrás, Afterlife, otra de sonido electrónico. Con Creature comfort se insistió en esa onda, en teoría es de lo mejor del nuevo disco, quizás por esa letra tétrica sobre autolesiones y tendencias suicidas. Eso sí, las bolas de luces de colores dieron un aspecto discotequero e imponente al recinto.



Terminó la cosa con Neighborhood #3 (Power Out), que no es lo mejor de su primer disco pero quizás sí lo que más les gusta recordar ahora. También inusualmente guitarrera, por cierto. No era el tema para terminar, no. Llegaron dos primeros bises: We dont deserve love, una balada meritoria del último álbum que según el Times "es un vistazo bienvenido al Arcade Fire de antes, con menos conceptos elevados y más sinceridad evidente".



Tocaba ir cerrando. Volvemos al Everything Now, ahora (Continued) para que la gente vuelva a cantar lo del nananá. Y el final es el principio. Así lo contó la crónica de la Cadena SER: "Había una canción que no podía faltar. La que acumula más de 50 millones de reproducciones en Spotify. La que todo el público coreaba ya antes de que empezara el concierto: Wake Up. Lo curioso es que, para después de la exquisita interpretación del tema y la magia del coro colectivo, había una sorpresa preparada: ¡la Preservation Hall Jazz Band alargando el estribillo casi hasta el infinito!"




"Solo un grupo como Arcade Fire puede empezar su concierto con Beethoven, acabar con una charanga de carnaval (de Nueva Orleans) y, por el camino, acercarse a la música disco, al rock clásico, a las baladas, a la electrónica, al pop de Abba y hasta al metal. Quieren el cinturón que les acredite como la gran banda del siglo XXI y, aunque entre los pesos pesados hay competencia, cada vez están más cerca", concluye la crónica de Carlos G. Cano.



Aquí os dejamos la lista de canciones de una noche para el recuerdo. Coincidimos con la conclusión de Gonzalo Cordero en Esquire: "Gustos musicales aparte, ver a Arcade Fire en directo es uno de los mayores subidones colectivos a los que puedes asistir ahora mismo. Si te gusta el indie, si te gusta el rock clásico, si te gusta ABBA, si te gusta la fiesta, si te gusta la psicodelia, si te gusta la música disco, si te dejas la garganta en los festivales… Tienes que verlos en concierto".

No hay nada más que añadir. Vale, como ellos dicen, su peor disco todavía es digno y mejora cuando lo escuchas más. Pero este directo es brutal, un mazazo, un shock. Se nos queda en la retina. Y en los pies que no pararon de moverse. No podremos olvidar ese final, que aquí repasamos desde otro ángulo... Cada espectador tendrá su recuerdo de este concierto y de esta apoteosis final. No nos cansamos de recordarlo.



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