jueves, 12 de julio de 2018

¿Es esta la despedida del dios Eric Clapton? Peregrinamos a Hyde Park


Eric Clapton is God, se leía en pintadas en Londres a mediados de los años sesenta. Eric Clapton ha sido desde entonces y todavía es el dios de la guitarra. Solo cabe un guitarrista eléctrico a su nivel: el fallecido Jimmy Hendrix, y ambos se influyeron mutuamente en aquellos años en que el blues, ignorado en su tierra americana, bullía en la capital británica. Hendrix y Clapton ocupan los números 1 y 2 del podio histórico de Rolling Stone. Quizás Hendrix fue más revolucionario, vale, también lo adoramos. Y colocaríamos también en el olimpo a BB King, que estuvo más centrado en su género el blues. Pero Clapton es la referencia absoluta de la guitarra del rock de toda la vida, el clásico y el más cercano al blues, que son géneros padre e hijo. Su forma de tocar es perfecta, cada nota donde debe, los punteos que te llevan a algún sitio, las virguerías solo cuando tocan y ni una de más. Ha escrito el canon de la guitarra rock. Todo lo que ha venido después ha tenido su huella.
Nos había alarmado la noticia de que el bueno de Eric, ya con 73 años, sufría una enfermedad nerviosa que le afectaba a la interpretación, y que se estaba planteando abandonar los escenarios. Además empieza a sufrir sordera. Eso supimos en 2016, y pensamos que nunca volveríamos a oírle (lo hicimos en Barcelona en 1995, en una maravillosa velada de blues en el Palau Sant Jordi).


Pero parece que Mano Lenta, como también se le conoce, se ha sentido bien en los contados conciertos que programó en 2017, repartidos entre Inglaterra y California. En 2018 ha planteado otra minigira: dos fechas en Alemania, una en Londres y dos en Nueva York. Así que a Londres que tiramos, nos lo íbamos a perder. Y es que figuraba en un cartel fabuloso: el British Summer Time en Hyde Park, lugar mítico de la historia del rock. Antes que a él podríamos escuchar a otro mito de las seis cuerdas: Carlos Santana. A un bluesman actual contundente, Gary Clark Jr. Y a un viejo colega, Steve Winwood, con el que formó la efímera pero notable banda Blind Faith.
Una gran noticia: Eric está en plena forma. Tocó como siempre. Como nadie más toca ya, que no tenemos a Jimmy ni a BB King. Por ejemplo, así sonó su clásico Crossroads. Impecable.



Sigue leyendo que te lo vamos a contar todo, todo, todo. Vamos a repasar las claves y los mejores momentos de su magnífica carrera y os contaremos la mágica atmósfera que se respiraba en el festival pese a un sol de justicia y altas temporaturas en Londres. Sin pasarnos por alto a los otros grandes que pasaron por ese festival... No te puedes perder todo eso.


¿Nadie toca con los Beatles? Eric sí

Vamos a repasar su trayectoria a la velocidad del rayo en unos poquitos párrafos y otros tantos vídeos. El dios Clapton es el hombre que tocó con los Beatles ("nadie toca con los Beatles", dijo a Harrison cuando le reclutó para interpretar While my guitar gently weeps), el guitarrista que acompañó a Lennon en su primera gira en solitario (con la Plastic Ono Band) y a Harrison en infinidad de ocasiones. Así se presentaron John y Yoko con él en Toronto en 1969, meses antes de la ruptura oficial de los Beatles. John ya pensaba en él como sustituto de George antes de eso.



Más: Clapton es el gran innovador del blues británico de los años sesenta, con Yardbirds y con John Mayall and the Bluesbreakers; el feroz guitarrista psicodélico de Cream, un trío básico que rivalizó con el de Hendrix; el líder idolatrado que se ocultó bajo el nombre Derek and the Dominos. Con ese sobrenombre firmó su mejor composición: Layla, dedicada a la esposa de George Harrison, Pattie Boyd, por la que estaba loquito y a la que finalmente se llevó con él (os contaremos de eso al final). Layla es dos canciones en una: la del riff inolvidable y la de ese final de piano y guitarras llorosas que suena a despedida con muchas lágrimas.



A partir de ahí, en teoría, empieza su carrera en solitario. Pero solitario es un decir, porque Eric (consciente seguramente de sus limitaciones como cantante y como compositor) sabe que brilla más al lado de otras estrellas. Por ejemplo: sus colaboraciones con Buddy Guy se convirtieron en un viaje a las esencias del blues eléctrico. Con él grabó varios conciertos entre 1969 y 1988. Amistad duradera la suya.



Sobre esto tenemos que ir al episodio más oscuro de su carrera: cuando apoyó el fascismo y el racismo. En 1976, en un concierto en Birmingham, Clapton expresó su apoyo a Enoch Powell, del National Front, para evitar que Reino Unido se convierta en "una colonia negra". Hoy lo recuerda "asqueado" y atribuye su actitud a los excesos de drogas y alcohol. “Estaba avergonzado de lo que era, un tipo medio racista, lo que no tiene sentido. La mitad de mis amigos eran negros, estuve saliendo con una mujer negra y son un forofo de la música negra”, declara ahora Clapton, "asqueado" de su pasado.

Eran años difíciles para él. En los primeros años ochenta seguía en un cierto bajón creativo, es cierto, y le costó encajar sus composiciones con el estilo dominante en la época de la New Wave. Sus intentos de llegar al público pop no funcionaron; de cada crisis siempre salía volviendo al blues.
En esa década participaba a menudo en festivales benéficos de esos en que se juntaba con miembros de Beatles o Stones, o con Sting, Phil Collins, Elton John o Dire Straits. De esta época en que se rodeó de amigos es este vídeo que recupera su colaboración con los Beatles: While my guitar gently weeps con Harrison, Ringo Starr, Collins y más figuras.



Cuando Eric acompañaba a otras bandas, los demás lo trataban con enorme deferencia, porque admiraban su gloria. Y así se fue dado a conocer a las nuevas generaciones. De su colaboración con Dire Straits, frecuente estos años, recordamos este momento del concierto por Nelson Mandela en Wembley en 1988. Suena muy distinto el Walk of life si toca Eric junto a Mark Knofler (atentos a su punteo final).



Así que ni siquiera en su peor momento nadie se olvidó de él. En los primeros noventa reapareció a lo grande aunque también a lo trágico. Fue con su Unplugged, disco acústico marcado por la terrible muerte de su hijo Conor (cayó del piso 53 de un apartamento en Nueva York con solo cuatro años). De ese disco queda una versión muy modificada y melancólica de Layla, que es la que interpreta ahora más a menudo en sus conciertos, y ese emocionante canto al hijo que se ha ido al cielo que se llama Tears in Heaven. Curiosidad: dicen los guitarristas del metro de Madrid que con ningún tema reciben más monedas.



A partir de ahí volvió a los orígenes y abrazó de nuevo el blues con From the Cradle, un gran éxito, número uno en EE UU y Reino Unido, triple disco de platino; y esa línea es la que continuó, por ejemplo en dos discos de homenaje a Robert Johnson, uno de los padres del blues, o en sus colaboraciones con BB King. En esa línea se ha mantenido hasta hoy. En esta entrada de 2010 ya nos felicitábamos del regreso a los escenarios y al estudio del mito, entonces con el disco llamado simplemente Clapton, y lleno de respeto a los clásicos del blues. Puestos a oír al Clapton más bluesman, recuperamos este Little Queen of Spades (de 2007) que también sonó en Hyde Park. El momento más húmedo del festival, he de decir.



Clapton ha dosificado mucho su presencia en escenarios en los últimos años, y es que se siente inseguro. “Me estoy quedando sordo, tengo tinnitus y mis manos apenas funcionan. Espero que aun así la gente venga a verme, aunque quizás solo lo hagan por curiosidad. En cualquier caso, para mí es increíble seguir aquí”, decía antes del festival en Hyde Park.


Ese día mágico en Hyde Park, lugar mítico del rock una vez más

Llega el momento de hacer la crónica del British Summer Time. Desde bien jovencita veía (en La 2, no había muchas más teles) los grandes festivales de Londres, en Hyde Park o en Wembley, soñando con que algún día estaría allí. Esta vez lo logramos.

Gigantesca explanada, bien nutrida de bares y servicios, el césped amarillo porque sufren sequía por Inglaterra este verano. Distintos escenarios, poca sombra salvo detrás del escenario principal. El día más caluroso del año en Londres. Como primer plato disfrutamos, a la hora del solazo, del enérgico blues guitarrero de Gary Clark Jr, que sonaba así de bien (en este Catfish Blues que también tocaba Hendrix) en la apertura del festival. Fueron nueve cancioncitas cañeras, que veis aquí.



Según avanzaba la tarde se iba llenando el recinto. Predominaba, vamos a admitirlo, un público madurito. Una cosa que nos gustó: muchas familias enteras, de padres que evangelizan a sus niños en lo mejor del rock and roll. Buena organización, por cierto (no como en Mad Cool, que en las mismas fechas fue un desastre). Pese a la aglomeración (60.000 personas) no había colas insoportables para el avituallamiento ni para los servicios. Los ingleses son gente organizada, ya se sabe.



Luego tuvimos a un mito: Steve Winwood, vinculado a Clapton en Blind Faith, aunque no se les vio juntos. Este señor lleva un impresionante currículum a cuestas, tras pasar también por Traffic o por The Spencer Davis Group. Sin embargo, confesamos que nos pareció un concierto correcto aunque no entusiasmante, en el que destacó sobre todo un final muy soul con Gimme Some Lovin'. Nos quedamos con muchas ganas de que se reencontrara con Clapton, lo que no ocurrió. El repertorio fue este. (El vídeo no es del festival, pero casi mejor).



Santana merecía un post para él solo, pero eso lo dejamos para otra ocasión. Diremos que empezó como apisonadora con sus grandes clásicos: Soul sacrifice y Jin-go-lo-ba, dos de esos temas que en los sesenta lo encumbraron como el gran guitarrista del rock mestizo, que en su caso tiene tantos ingredientes latinos como africanos, mucho antes de que se hablara de World music. Nos encantó cómo cayó el Oye como va, que a los ingleses les costaba corear con corrección. Aunque la gente pareció animarse  más el María María o el Smooth, que representan al Santana más comercial, el que en el nuevo siglo quiso salir en las radiofórmulas, y que también merece un respeto. Esta fue la lista de temas. Nos quedamos con su homenaje a Tito Puente, en grabación aficionada de las que, ya sabéis, Youtube retirará en cualquier momento.



Señores, va a salir al escenario el Señor de la Guitarra. Emoción entre el público, consciente de que podría no tener más oportunidades de tenerle frente a frente.Ni una pista de las malas condiciones físicas en que se suponía podía encontrarse: tocó como siempre ha hecho, con perfección y gran sentido musical. el concierto se movió entre el blues eléctrico, un buen rato acústico y sentado, y sus clásicos rockeros. Eso sí: todo sencillo. Ni gran despliegue de luces (caía el sol todavía), ni nada que nos distraiga de esos dedos perfectos. Este breve vídeo recoge el arranque con Somebody's Knocking.



Vinieron detrás dos blues energéticos: Key to the highway y el pegadizo Hoochie Coochie Man, que nos pusieron bien a tono. No tardó mucho en sentarse, en coger la acústica y pegarse otro par de blues que empalmó con sus dos canciones más conocidas: Layla y Tears in heaven. Fue el momento emotivo. Nos quedamos con las ganas, eso sí, de volver a oír el Layla eléctrico. Habríamos aceptado que sonaran los dos, uno detrás de otro, aunque sabemos que la gente lo vería raro.



Vuelta a la guitarra eléctrica, esa Stratocaster que tanto ha prestigiado el señor Mano Lenta. Vino un momento bonito: su dúo con Marcy Levy (también llamada Marcella Detroit) para interpretar el tema que compusieron juntos en 1977: Lay Down Sally, que enlazaron con The Core. La cantante también conserva sus cualidades, está claro.

Es el momento que destaca esta crónica de Clarín que compartimos: "Fue imposible evitar un nudo en la garganta cuando, mientras Marcy Levy, su compañera de ruta en los 70, le devolvía la voz original a la bella Lay Down Sally y a The Core, los ojos de Eric parecían estar repasando algo más de cinco décadas de música que fueron de la gloria al infierno más oscuro, y que le dieron revancha. Una historia que tuvo escalas en The Yardbirds, los Bluesbreakers, Cream, Blind Faith, Delaney and Bonnie, Derek and the Dominos y que una enorme trayectoria solista mantiene vigente, y que uno desea que siga sumando capítulos por los siglos de los siglos".




Cayó, claro, Wonderful tonight, el tercero de sus grandes clásicos en solitario, aunque nunca fue de nuestras favoritas porque es un poquito empalagosa. Un par de versiones de Robert Johnson nos devolvieron a las raíces del blues; y la última fue Cocaine, que cogió prestada de JJ Cale en 1977. Tema que siempre se interpretó mal: la gente cree que es un elogio de la coca, cuando pretendía ser lo contrario.




Toca hacer un inciso final sobre Clapton y las adicciones. Cuando publicó Cocaine, Eric era más de caballo en aquellos años, como tantas figuras del rock que murieron por ello. Luego abusó del alcohol o la codeína hasta bien entrados los años ochenta, seguramente su peor fase creativa. En estas declaraciones al Daily Mail en 2016, recogidas con BlastingNews, se sinceraba así: "Estoy en recuperación del alcoholismo y de la adicción a sustancias, considero que eso es una gran razón para estar vivo. Para ser justos yo debería haber estirado la pata hace mucho tiempo. Por alguna razón fui arrancado de las fauces del infierno y me dieron otra oportunidad".

Bueno, Eric, para todos los excesos que confiesas, y esa enfermedad que se supone que te limita ahora, a nosotros tu guitarra nos sigue sonando a gloria. La mágica tarde en Hyde Park (demasiado sol para llamarla noche mágica) no nos defraudó, aunque con gusto habríamos seguido allí muchas horas más. Solo hubo un bis: el que tocó con Carlos Santana, el dúo que esperábamos desde que vimos el cartel. Se juntaron para interpretar High Time We Went, de Joe Cocker. Lo veíamos demasiado lejos, en esa explanada enorme, para disfrutar de todos los detalles de ese encuentro entre dos de los más grandes guitarristas en más de medio siglo. Menos mal que hay vídeos en Youtube (al escribir esto, los borran rápido).



Sobriedad y perfección. Durante todo el concierto, Eric solo se permitió un guiño a la masa: "Is coming home", dijo, repitiendo el estribillo que cantan todos los ingleses en momentos como ese, clasificados para semifinales del mundial. A menudo, sin embargo, se le veía sonreír.
Imagino que sabéis que los ingleses no son muy de pedir bises, y que en España nos habríamos dejado las cuerdas vocales con el oéoéoé. Así que nos fuimos muy ordenadamente conscientes del momento para la historia de la música que habíamos vivido. Os dejamos aquí la lista de canciones, eso que llaman setlist.

Aquel piso en que se escondían Eric y Pattie


Curiosidad final: nos alojamos al sur de Hyde Park, en South Kengsington. El lugar donde Clapton se reunía a solas con Pattie cuando aún era la esposa de George. "Nos reunimos en secreto en un piso de South Kensington. Eric me había pedido venir porque quería que escuchara un tema que había escrito. Encendió el casete, subió el volumen y tocó para mi la más poderosa canción que nunca he oído. Era Layla", escribe Pattie en una autobiografía, según se cuenta en Rolling Stone.



Un Harrison mosqueado preguntaba dónde estaba su mujer y nadie le respondía. Cuando los vio juntos en el jardín, Eric le dijo: "Tengo que decirte que estoy enamorado de tu mujer". Y George se volvió a Pattie: "Bueno, ¿te vas con él o vienes conmigo?". Esa vez se fue con Harrison. Solo un tiempo después se fue con Clapton. Tampoco salió bien. Fue un desastre, admiten los protagonistas.
Y, lo que sorprende más de todo, Eric y George recuperaron su amistad y su colaboración en giras y discos. Sorprende la ausencia total de rencor tras un episodio así... pero así son los genios. No siempre surge el talento de una vida feliz; esta historia, como tantas otras en el rock, parece indicarnos lo contrario. Que la rabia, o el conflicto, se convierte en arte.

Si queréis saber más del mito Clapton, aconsejamos la película documental Eric Clapton. El patrón del blues (originalmente Eric Clapton: life in 12 bars), dirigida por Lili Fini Zanuck y que hemos podido ver en Movistar.

Terminamos el viaje paseando por South Kensington, barrio tan agradable como pijo, pensando que resulta increíble repasar todo lo que ha vivido este hombre. Que ha estado al borde del hoyo varias veces, sí, pero que también vivió en promiscuidad, personal y artística, con los más grandes de la historia de la música. Porque era una de ellos. De los más grandes. Con la guitarra, simplemente, dios.



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